A las dificultades para obtener cielos nocturnos con oscuridad suficiente para realizar observaciones espaciales se suma la proliferación de satélites en órbita que echan por tierra muchas horas de investigación.
Conocidos son los aparatos que lanza por docenas Starlink, pero no menos presentes son los de otras constelaciones de comunicaciones y de observación de diferentes países y empresas de todo el mundo.
En muy poco tiempo, en menos de una década, el cielo nocturno se ha llenado de nuevos objetos que distorsiona el trabajo de cientos de investigadores en ambos hemisferios del planeta.
Ahora Naciones Unidas ha decidido abordar este problema. La propuesta, defendida por Chile y España, ambos países que albergan una importante infraestructura astronómica internacional, ha recibido un amplio respaldo.
La Unión Astronómica Internacional (IAU), el Observatorio Europeo Austral (ESO), la Sociedad Astronómica Europea (EAS) y el Observatorio Square Kilometre Array (SKAO), todos ellos observadores permanentes del comité apoyan este esfuerzo.
Según Naciones Unidas, hay un creciente reconocimiento de la importancia de "preservar los cielos oscuros y tranquilos tanto para la investigación astronómica como para el patrimonio cultural de la humanidad".