El módulo de servicio del Apolo 13 gravemente dañado, fotografiado desde el módulo de mando | EUROPA PRESS
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"Houston tenemos un problema". La frase que la mayoría cree que se pronunció a bordo del Apolo 13 tras estallar uno de sus depósitos de oxígeno en realidad nunca se dijo exactamente así.

El 15 de abril de 1970, en su segundo día de camino a la Luna, la nave de la NASA sufrió un grave accidente.

El astronauta Jack Swigert se puso en contacto con el control de misión en Houston para decir "Bien, Houston, hemos tenido un problema aquí".

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Y esa frase se repite dos veces más en pocos segundos durante las comunicaciones entre el módulo de servicio y Houston. "Hemos tenido", nunca "tenemos".

A partir de ahí la historia es bien conocida. La tripulación abandona su plan de alunizar y se concentra en sobrevivir en medio de múltiples situaciones que fueron solucionando con ayuda de los técnicos e ingenieros de la NASA.

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La odisea del Apolo 13 de alguna manera hizo que la ciudadanía estadounidense volviera a interesarse por el programa espacial.

Tras el éxito del Apolo 11, llevando a la Humanidad a la Luna, y la misión del Apolo 12, con algún contratiempo inicial pero llegando también, se empezó a ver los viajes espaciales como una rutina sin mayor atractivo.

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El fracaso exitoso del Apolo 13 devolvió ese interés por el tema y permitió comprobar que la exploración humana del espacio es todo menos una rutina y que el riesgo está siempre presente en todas y cada una de las fases de las misiones.