Hablar de Louis Vuitton es soñar con viajes a lugares desconocidos, una aventura que nos lleva desde travesías trasatlánticas hasta el descubrimiento de la sabana africana o a sobrellevar la peripecia urbana del día a día. Con el objetivo de descubrir la cocina interna de esta centenaria firma francesa se inaugura mañana, en el Museo Thyssen-Bornemisza, la exposición "Time Capsule", un recorrido por la historia y el presente Louis Vuitton, 160 años de imaginación, innovación y de diseños emblemáticos, anhelados por cualquier amante de los viajes.
Louis Vuitton consigue transformar la manera de viajar gracias a su capacidad de observación y a la minuciosidad de su trabajo. A los 16 años llegó a París donde empezó su carrera como empaquetador de la ropa que utilizaba la nobleza en sus traslados.
Para la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, era clave su labor antes de comenzar sus viajes, y de esta relación nace en la "maison" una vinculación estrecha con España, que se fortaleció con las peticiones de Alfonso XII y XIII, y que hoy se traslada a las colaboraciones con diversos artistas españoles como Sybilla, Rossy de Palma o Patricia Urquiola.
Vuitton transformó la manera de viajar adaptando los usos sociales al diseño de sus maletas y bolsos, una manera de captar la evolución de la sociedad, que pasó de los grandes viajes en barco, al tren y luego el avión, diseños nunca aptos para compañías "low cost".
El fundador de la firma comenzó su andadura con el cambio en el diseño de los baúles, creando una tapa lisa en lugar de curva para que se pudieran apilar mejor en los barcos y ganar espacio.
Después llegaría el cambio de los materiales, dejando la madera y el cuero a un lado, para utilizar en 1954 las lonas Trianon y luego Monogran que no se estropeaban con el agua y lograban que los baúles fueran más ligeros e impermeables. Una reinterpretación que consiguen con "Petite Malle", un minibolso muy actual.
Las protecciones metálicas de las esquinas, las cintas del interior para reforzar su estructura y la llegada del baúl-armario, vertical, con perchas y cajones, y un escritorio en la parte superior de su estructura, significaron un antes y un después en la historia de los viajes.
Después vino la invención de un cierre personalizado para cada cliente, que llevó al convencimiento a Vuitton de que resultaba tan inexpugnable que ni siquiera el gran Harry Houdini podría abrirlo. Un reto que lanzó al mago públicamente, pero al que rechazó someterse.
Con Steamer nació la bolsa de viaje flexible, en contraposición a los baúles y maletas armadas y más pesadas. Un equipaje adaptado a viajes más cortos, en tren.
El coche también revolucionó de nuevo la manera de viajar y dio pie a nuevos diseños que se situaban apilados en la parte trasera del automóvil; mientras que Keepall, uno de sus legendarias producciones, como bolsa multifunción está vinculada a los primeros viajes en avión.
Si bien la imaginación de Louis Vuitton para la creación de complementos y bolsos de viaje fue grande, ricas y variadas han sido las peticiones de sus clientes. Desde una cama plegable para el explorador Pierre de Brazza a un neceser de cincuenta piezas.
A pesar de la actualidad de sus diseños, Vuitton no pierde la perspectiva y reinventa piezas icónicas, detalles como herrajes o asas, como la de elefante, se actualizan en nuevos bolsos con el fin de no perder su esencia.
Creaciones en las que también colaboran grandes nombres del diseño como Karl Lagerfeld, Takashi Murakami, Stephen Sprouse o Jeff Koons.
Louis Vuitton convierte sus diseños artesanos en una necesidad de viajar y los viajes en un sueño mágico al que nos transporta "Magic Malle", la cápsula del tiempo con la que finaliza esta exposición que se podrá contemplar hasta el 15 de mayo.