Los viveros "no son únicamente jardines o parques públicos, sino verdaderos centros de producción de plantas" que han consolidado a Madrid como "una de las ciudades con mayor arbolado a nivel mundial", ha explicado la doctora en arquitectura Carmen Toribio, coordinadora de un libro sobre el tema.
Toribio, junto con la historiadora Beatriz Rolle y el responsable del vivero Estufas del Retiro, Javier Spalla, son los autores de 'Cultivares. Un recorrido de 200 años por los viveros de Madrid', editado por el área de Medio Ambiente y Movilidad para conmemorar dos siglos de "espacios urbanos de biodiversidad".
Este tipo de estructuras fueron instaladas por vez primera en el siglo XIX coincidiendo con la aparición de los primeros parques urbanos públicos.
Aunque "es difícil fijar una fecha exacta" de la creación del primer vivero madrileño, existe un documento según el cual a mediados de noviembre de 1818 el Ayuntamiento de Madrid aceptó una propuesta presentada un año antes para la puesta en marcha de uno de ellos en el llamado Soto de Migas Calientes.
Toribio resume algunas de sus ventajas al explicar su capacidad para "revivir las tramas urbanas, formar una cubierta vegetal, fomentar la biodiversidad de las ciudades y convertirse en sumideros de CO2 muy efectivos".