Nos han acompañado toda la vida. Nos han hecho más reconocibles las fiestas navideñas.
Nos sabemos muchas de sus melodías. Todos recordamos los anuncios de navidad de nuestra infancia.
La publicidad ha sido el hilo coinductor de más de una generación, pero también evolucionan con los tiempos.
Ver los anuncios de ayer y hoy es comprender como y cuánto ha cambiado nuestra sociedad.
Ellos también vuelven en estas fechas. Los anuncios navideños son tan reconocibles como el turrón, el cava o la lotería.
Pero la tradición se renueva. De aquella procesión de muñecas. ¿Recuerdan?. Se ha pasado en 2017 a un retrato del conflicto generacional.
Si la sociedad evoluciona y cambia, la publicidad es un termómetro fiel.
Aunque las burbujas sean las mismas, el acento es otro.
Y qué decir de la lotería, la ilusión más publictiariamente rentable. En los años de bonanza, la suerte podía ser magia.
En los años de crisis, la magia era tener suerte.
Y así, la publicidad nos recuerda cada Navidad que nosotros, los de entronces, ya no somos los mismos. ¿O sí?