Una hogaza de pan cortada | CSIC
(Actualizado

Seguro que has escuchado alguna vez que los aditivos son perjudiciales para la salud o que la leche sin lactosa contiene azúcar añadida o que la miga del pan engorda más que la corteza.

Los bulos nos rodean y en materia de nutrición, desde hace bastante tiempo. El investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Miguel Herrero acaba de publicar Los bulos de la nutrición (CSIC-Catarata).

Herrero es muy claro: “Alimentarse no deja de ser un acto voluntario sobre el cual los adultos tenemos un gran poder de decisión, lo que nos hace muy sensibles a corrientes de opinión, aunque no tengan ningún respaldo científico detrás”.

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Este científico del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL, CSIC-UAM) ya publicó hace unos años el libro Los falsos mitos de la alimentación. Con su nuevo trabajo sigue desmontando noticias falsas, creencias, mitos y confusiones que no resisten mucho tras pasar por el tamiz de la Ciencia.

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ANTIOXIDANTES

Explica este doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos que no hay evidencias suficientes de que el consumo en grandes cantidades de productos con la etiqueta 'antiox' nos prevenga frente al cáncer, por ejemplo.

Los antioxidantes están presentes de manera natural en el té, el cacao, las frutas y verduras, y todos los alimentos de origen vegetal.

“Estos alimentos son saludables y pobres en grasas, así que su consumo no nos va a perjudicar, sino todo lo contrario”, destaca el investigador, por lo que no parece muy justificado que las ensaladas o zumos 'antiox' sean más caros.

Herrero repasa también las controversias sobre los aditivos que muchos creen que son algo artificial cuando en realidad en muchos casos se usan aditivos naturales como el agar, el xilitol o el ácido cítrico.

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OJO CON LAS ETIQUETAS

Miguel Herrero ofrece algunas claves para ayudarnos interpretar correctamente las etiquetas de los productos.

Mensajes como “rico en fibra” o “bajo en calorías” suelen hacer referencia a un componente en concreto, lo que no siempre implica que el alimento pueda ser considerado como saludable.

Por ejemplo, si miramos la etiqueta de unos dátiles, podemos encontrar el mensaje “fuente de potasio”. “Es real que 50 gramos de esos frutos contienen el 18% de los valores diarios recomendados de potasio, sin embargo, no se destaca que esa cantidad de dátiles también contiene 30 gramos de azúcares, mientras que la cantidad de azúcar diaria recomendada es 50 gramos”.

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LA CORTEZA DEL PAN ENGORDA MÁS

El libro incluye un capítulo dedicado a varios bulos alimenticios. Uno de los más comunes es que la miga de pan engorda más que la corteza, cuando sucede justo lo contrario.

“Al tener menos agua, los componentes de la harina, básicamente hidratos de carbono, se encuentran más concentrados en la corteza, por lo que, a igualdad de peso entre la corteza y la miga, habrá una concentración de calorías mayor en la corteza”, destaca el investigador.

Otra afirmación falsa es que a la leche sin lactosa se le añade azúcar, una idea que proviene de una mala interpretación de las etiquetas de este producto. La leche, sea del tipo que sea, contiene aproximadamente un 5% de azúcares, de los cuales la práctica totalidad es lactosa.

Las leches sin lactosa no tienen la lactosa intacta, sino la glucosa y la galactosa que la componen en forma libre. “La leche sin lactosa tiene los mismos azúcares naturalmente presentes, lo que sucede es que, al estar separados, es posible que algunas personas la noten más dulce, lo que lleva a pensar equivocadamente que la leche puede tener azúcar añadido”, explica Herrero.

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¿POR QUÉ NOS LO TRAGAMOS?

“Tendemos a creer en ellos (los bulos) porque solemos buscar respuestas simples a problemas muy complejos, así que la presentación de un bulo con un argumento rotundo puede ser asumido como cierto”, apunta Miguel Herrero.

Otra circunstancia que apunta el investigador es que solemos buscar información que confirme nuestras creencias, y “si ese dato o afirmación proviene de un familiar o de un personaje conocido, aunque no sea experto en la materia, ya tendrá nuestra confianza ganada”.

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Frente a esta situación, Herrero recomienda controlar las fuentes que consultamos: recurrir a sitios webs oficiales, buscar información que provenga de personas cercanas al ámbito científico y, sobre todo, “tener en cuenta que quien no vende nada tiende a ser más ecuánime con las informaciones que difunde”.