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El papa Francisco visitó una favela de Río de Janeiro, donde dijo que "nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades", pidió a los poderes públicos que trabajen por un mundo más justo y solidario y a los jóvenes que luchen contra la corrupción y la injusticia.

En una mañana lluviosa y fría y en medio de fuertes medidas de seguridad, con policía con armas de precisión y helicópteros, el papa visitó el complejo de favelas de Manguinhos, en el norte de Río de Janeiro, que hasta finales del pasado año estaba controlado por narcotraficantes y ahora es una zona recuperada para la ciudad.

"Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario", dijo el pontífice.

Para el papa Bergoglio, "nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo".

El obispo de Roma exhortó a todos, "según sus posibilidades y responsabilidades", a contribuir para poner fin a las injusticias sociales.

SOLIDARIDAD Y NO EGOISMO

"No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano", subrayó.

El papa también se dirigió a los jóvenes, de los que resaltó que tienen una "especial sensibilidad ante la injusticia" y que a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, "por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés".

"A ustedes y a todos les repito: Nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar. Sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo", agregó.

LA SOCIEDAD NO PUEDE MARGINAR UNA PARTE DE SI MISMA

Francisco destacó los esfuerzos que la sociedad brasileña hace para integrar a los que más sufren o están necesitadas, pero precisó que "ningún esfuerzo de pacificación será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma".

El papa defendió la vida, que dijo es "un don de Dios, un valor que siempre se ha de tutelar y promover"; la familia, "fundamento de la convivencia y remedio contra la desintegración social" y la educación integral, "que no se reduce a una simple transmisión de información con el objetivo de producir ganancias".

En la favela visitada viven unas dos mil personas, en su mayoría en casas construidas con materiales de derribo y cartón, que en los días previos a la visita han limpiado y adornado las calles.

El papa, que llegó en un pequeño vehículo Fiat, que después cambió por el papamóvil, caminó por las calles de la favela bajo la lluvia y seguido por cientos de personas, entró en una casa para saludar a sus habitantes y después se reunió con la comunidad en un campo de fútbol.

También entró en la pequeña iglesia levantada en la favela, donde bendijo el altar mayor y regaló un cáliz.

Francisco no es el primer papa que visita una favela, también Juan Pablo II durante una de sus visitas a Río.