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Banderas de colores, aplausos y gritos de miles de personas han acompañado al papa Francisco a lo largo de su primer viaje al municipio sureño italiano de Cassano allo Jonio, el pueblo calabrés en el que la mafia local, la Ndranghetta, asesinó a comienzos de año a un niño de tres años.

"La Ndranghetta es la adoración del mal, de la destrucción del bien común. Los mafiosos no están en comunión con Dios", afirmó el pontífice durante su visita de nueve horas a la zona.

"No más víctimas de la Ndranghetta. Esto no puede volver a suceder, que ningún niño vuelva a sufrir de esta manera", condenó.

A las 07.30 de la mañana (05.30 GMT), Jorge Bergoglio partió en helicóptero desde su basílica en la Ciudad del Vaticano con dirección a Calabria para condenar los crímenes, en una región que se ha visto duramente castigada por los enfrentamientos entre familias de la mafia en varias ocasiones durante los últimos meses.

A su llegada, el máximo representante de la Iglesia católica se dirigió primero a la cárcel de Castrovillari, en la provincia de Cosenza, donde saludó y conversó con los policías que custodian la prisión y sus familiares, así como con los 200 presos, tanto hombres como mujeres, que cumplen condena en este centro.

Entre los delincuentes encerrados se encuentra el padre de Nicola Campolongo, "Coco" como le conocían en el pueblo, el niño asesinado y quemado el pasado 20 de enero por la Ndranghetta por un ajuste de cuentas, según determinaron entonces los investigadores. A él y a los otros doscientos criminales Francisco les pidió que se arrepintieran de sus pecados.

Un arrepentimiento, dijo, que tiene que ir acompañado de una labor por parte de las instituciones penitenciarias que logre "la verdadera reinserción social" de estas personas para que, así, sus penas no sean "un simple instrumento de castigo y represión".

CON LOS FANILIARES DE LAS VÍCTIMAS

Durante su visita a la cárcel, el papa Francisco intercambió unas palabras con los familiares del niño asesinado, un acto que inicialmente no estaba previsto en su agenda, y les tranquilizó asegurándoles que reza todos los días por él.

Esta visita histórica, simbólica contra los crímenes de la mafia italiana, prosiguió con la llegada del pontífice argentino al pueblo de Cassano allo Jonio.

El máximo representante de la Iglesia católica llegó al municipio italiano a las 10.40 hora local (08.40 GMT) y fue recibido con banderas con los colores del Vaticano, con carteles de su rostro colgados de los balcones y también con aplausos y gritos de gente que coreaba su nombre.

Montado en su papamóvil, el vehículo adaptado para las apariciones públicas del papa, Francisco recorrió las calles del pueblo calabrés, saludando a los miles de habitantes que se agolpaban en las aceras y se asomaban en sus balcones para verle.

Durante su estancia, visitó el hospicio "San Giuseppe Moscati" que presta cuidados paliativos a enfermos terminales y, posteriormente, se reunió con los sacerdotes del pueblo en la catedral de Cassano.

A ellos les pidió que trabajen por el bien de las familias en estos momentos de crisis y les instó a desarrollar su labor al servicio de la Iglesia, huyendo de "la cultura subjetiva actual que ensalza el 'yo' hasta idolatrarlo", dijo.

Después de almorzar con los pobres del pueblo que son atendidos por la diócesis de Cassano, Francisco se dirigió a Síbari, en la vecina provincia calabresa de Cosenza, donde el pasado marzo murió asesinado el sacerdote Lazzaro Longobardi tras negarse a aceptar una extorsión.

Allí le esperaban, desde primeras horas de la mañana, miles de fieles católicos de Calabria y de otras regiones italianas.

Ni el calor ni el sol minaron la alegría de estos cristianos que aguardaban a Bergoglio con emoción, ondeando banderas con franjas amarillas y blancas, los colores del Vaticano.