El Papa envía a sacerdotes a diócesis de todo el mundo para perdonar pecados
Pide que la Cuaresma sea una "benéfica poda" de "la falsedad, la mundanidad y la indiferencia"
El papa Francisco celebró la misa del Miércoles de Ceniza, en la que envió a sus "misioneros de la misericordia" a viajar por el mundo para perdonar los pecados de los fieles durante el Año Santo Extraordinario. "En esta celebración están presentes los 'misioneros de la misericordia', para recibir la orden y ser signo e instrumento del perdón de Dios", dijo el pontífice durante su homilía en la misa, celebrada en la basílica de San Pedro.
El Papa, vestido con los paramentos púrpuras propios de la Cuaresma, se dirigió a setecientos "misioneros" presentes para instarles a ayudar a los fieles "a abrir las puertas del corazón, superar la vergüenza y no huir de la luz". "Que vuestras manos bendigan y estimulen con paternidad a los hermanos y a las hermanas, que a través de vosotros la mirada y las manos del Padre se posen sobre sus hijos y sanen sus heridas", exclamó.
Los "misioneros de la misericordia" son una de las novedades de este Jubileo: en total más de mil sacerdotes viajarán por las diócesis de todo el mundo para confesar a los fieles y perdonar sus pecados, incluso los reservados a la Sede Apostólica, como el aborto. Su misión durará hasta que concluya este periodo jubilar, el próximo 20 de noviembre.
IMPOSICIÓN DE LA CENIZA
Durante la ceremonia el Papa realizó la imposición de la ceniza, un rito que marca el comienzo de la Cuaresma, el período de preparación espiritual de los católicos para la Pascua. El rito comenzó con la bendición de las cenizas y su imposición en la cabeza del propio papa que, acto seguido, las aplicó en la frente de miembros del clero y de fieles que desfilaron frente a él, en el altar papal de la basílica.
En su homilía, el pontífice abordó "el misterio del pecado", ya que, según afirmó, "nos hemos alejado de Dios, de los otros y de nosotros mismos". "No es difícil darse cuenta: (...) cómo es arduo amar a los otros, en vez de pensar mal de ellos; cómo nos cuesta hacer el bien, mientras somos tentados y seducidos por tantas realidades materiales, que desaparecen y después nos dejan pobres", dijo.
Francisco manifestó su deseo de que la Cuaresma sea un tiempo de "benéfica poda" de "la falsedad, la mundanidad y la indiferencia". Y ello, agregó, "para no pensar que 'todo va bien si a mí me va bien'". Que la Cuaresma sirva "para comprender que lo que cuenta no es la aprobación, la búsqueda del éxito o del consenso, sino la limpieza del corazón y de la vida. Para hallar la identidad cristiana o el amor que sirve, no el egoísmo que nos sirve", añadió.
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