Cuando el presidente de EEUU Franklin Pierce trató de comprar las tierras de la tribu Suwamish en 1854, el jefe de aquella nación india, el Jefe Seattle le respondió que "la Tierra no nos pertenece".
Casi 70 años más tarde vuelve a suceder algo parecido. En este caso la nación es la de los indios Navajo y el lugar de controversia la Luna.
La revista científica Nature se ha hecho eco de un artículo en el que se reclama nuestro satélite natural como un espacio para toda la humanidad y no como un terreno de actividades privadas en el que depositar cenizas u otras cosas sin relevancia científica, ajenas al interés general.
Esta semana el módulo Peregrine debía depositar los restos incinerados de 70 personas y un perro en la Luna. Era parte del cargamento de la nave de la empresa Astrobotic. Finalmente, la misión ha fracasado y curiosamente en lugar de depositar esas cenizas en el regolito selenita el módulo espacial ha acabado ardiendo en la atmósfera terrestre.
Dos empresas, Celestis y Elysium Space, comercializan servicios funerarios en el espacio y en esta ocasión ofrecían la oportunidad de ser enterrado en la Luna.
"Muchos Pueblos Indígenas, incluyendo a los Diné (el pueblo) de la Nación Navajo, como yo, sentimos otro nivel de inquietud. Para nosotros, la Luna es un pariente antiguo, la Abuela Luna es un término de reverencia compartido por muchos pueblos indígena, y debemos ser cuidadosos, diligentes y respetuosos al visitarla", afirma en el artículo Alvin D. Harvey, miembro de la Nación Navajo y doctorando en el MIT de Cambridge.
Un caso similar se produjo en 1998. La NASA envió parte de los restos del científico planetario Eugene Shoemaker a la Luna a bordo de la nave Lunar Prospector. La NASA se disculpó y prometió consultar a los nativos americanos si alguna vez planeaba misiones similares.
Surge así el malestar y respuesta de esta nación india que de nuevo ha visto burlada la promesa con el lanzamiento de Peregrine del que es socio la propia NASA.
Y es que tanto la ley que rige dentro de la Nación Navajo como las propias regulaciones federales reconocen el derecho de esta comunidad a ser consultada en su deseo de salvaguardar la Luna para las generaciones futuras.