La oveja Dolly, el primer mamífero clonado, generó una "nueva forma de pensar" en el mundo científico y abrió la puerta a nuevos tratamientos contra las enfermedades, aseguró su creador, el británico Ian Wilmut.
Mañana se cumplen quince años desde que el anuncio del nacimiento de la primera oveja clónica, a partir de una célula adulta, revolucionara a la ciencia y desatara, a la vez, un intenso debate moral.
El artífice de Dolly dijo en entrevista que ese experimento "demostró que las células se pueden modificar" y pueden ser estudiadas para eventualmente llegar a entender "enfermedades que aún no comprendemos" y desarrollar una curación.
"Si bien es una exageración afirmar que podemos cambiarlas de la manera que queramos, sí podemos hacerlo de muchísimas formas que eran completamente inimaginables antes de que naciera Dolly", reflexionó el científico escocés.
Mediante el desarrollo de nuevos procedimientos científicos que han tomado como punto de partida el caso de Dolly, Wilmut consideró que "quizás en un plazo de entre cinco y veinte años podamos obtener los medicamentos que traten enfermedades como el Parkinson o enfermedades neuronales".
De raza "Finn Dorset", la oveja más famosa del mundo nació el 5 de julio de 1996 en el Instituto Roslin de Edimburgo (Escocia), después de que un grupo de científicos extrajeran de una célula adulta el núcleo con material genético para introducirlo en un óvulo previamente "enucleado" (al que se le ha extraído los cromosomas) de otra oveja.
Mediante ese procedimiento se obtuvo un embrión genéticamente idéntico al adulto, del que se extrajo la célula de partida y que se implantó en el útero de la madre portadora, en cuyo vientre se desarrolló el feto.
La existencia de Dolly no se divulgó, sin embargo, hasta siete meses después, el 23 de febrero de 1997.
Posteriormente, en 1998, la oveja fue cruzada de modo natural con un carnero de montaña galés, quedó preñada y se la mantuvo en cuarentena para evitar un aborto antes de parir una cordera, "Bonnie". Ello demostró que un animal clonado era fértil y podía tener una cría sin problemas.
Wilmut, quien actualmente trabaja en el Centro de Medicina Reproductiva (parte de la Universidad de Edimburgo), subrayó en declaraciones a Efe que su experimento "fue pionero y abrió el camino a que otros expertos desarrollaran procedimientos encaminados a curar enfermedades en humanos".
El "padre" de Dolly puso como ejemplo a una empresa estadounidense que llevó a cabo cambios genéticos en ganado para que los animales produjeran anticuerpos humanos, lo que consideró "un enorme logro técnico".
Otro grupo de expertos norteamericanos trabajaron con cerdos, a los que modificaron su error genético de forma que fuera el mismo que el los niños y probar así nuevos tratamientos, "lo que acelera el proceso de obtención de un medicamento efectivo que pueda emplearse en menores por primera vez".
"Hay muchas enfermedades que no comprendemos y una manera de estudiarlas para poder fabricar medicamentos es producir animales que tengan esa misma enfermedad", dijo el científico inglés.
Según un portavoz del Instituto Roslin, el caso de Dolly "proporcionó la evidencia de que el destino de las células no es definitivo: una célula puede ser reprogramada para cambiar su función".
Ese concepto, añadió, "ofrece un enorme potencial para avanzar en nuestra capacidad para superar muchas enfermedades".
Dolly también desató un intenso debate moral acerca de los límites éticos de la ciencia frente a las posibilidades de crear vida por medios artificiales y provocó discusiones acerca de la legitimidad de intentar la clonación de seres humanos o de órganos con fines terapéuticos.
El punto de vista de Wilmut, quien ya entonces se opuso firmemente a esa posibilidad, no ha cambiado.
"No es posible clonar humanos; no hay primates clonados. No entendemos porqué pero hay algo diferente en el desarrollo inicial de los primates que hace que los actuales procedimientos de clonación no funcionen", explicó.
Dolly murió en 2003 a los seis años porque los científicos decidieron sacrificarla a causa de una infección pulmonar que padecía, no sin antes haber revolucionado a la comunidad de científicos.