Roberto Etxeberría versus David Delfín
El primero ahonda en los patrones de los años 20, mientras el segundo fusiona deporte y folclore
Teresa Helbig, moda de aspecto frágil y robusta costura
Dos de los diseñadores más singulares de la pasarela, Roberto Etxeberría y David Delfín, se han medido sobre la pasarela con dos colecciones muy especiales, el primero ahonda en los patrones de los años 20, mientras el segundo fusiona la estética deportiva con la pasión del folclore andaluz.
Si su anterior colección se titulaba "Pura piel", en esta ocasión el creador vasco aparca su material fetiche para abrazar el 'seersuker', un tejido ligero de algodón, semiarrugado, que le ha permitido estructurar patrones rescatados de los años veinte, con mucho volumen.
Fiel a su estética y a su sello, Roberto Etxeberría ahonda en la sastrería inglesa para confeccionar "una colección pensada para el hombre y desarrollada para la mujer", cuenta a Efe en la tercera jornada de la Madrid FashionWeek.
Cambia la materia prima para construir sus eclécticas piezas, pero mantiene pilares de sus anteriores propuestas, como la combinación de distintas texturas, la falda-bermuda, camisolas, guardapolvo, gabardinas y cariñosos jerséis, crean un discurso de piezas cómodas, con patrón estudiado y silueta holgada.
"Son colores inspirados en la costa francesa, he hecho una colección de verano un poco abrigada, ideada para el norte de España y España", desgrana un diseñador que también presenta sus propuestas en la pasarela de Nueva York.
Si Etxeberría ha renunciado a la piel, David Delfín ha abrazado el folclore de su tierra, Andalucía, pero desde la distancia y combinado con el deporte, su "terapia".
Aunque ha querido dar un "giro radical" a su estilo, la "cabra tira para el monte", dice sonriendo el creador malagueño, que mantiene su lenguaje ambiguo, el movimiento de la geometría y las ilusiones ópticas, que esconden conjuntos de piezas en una sola prenda.
Aunque él es "cero folclórico", el volante del vestido de faralaes ha vertebrado su propuesta para mujer, con toques "naif", tomando como inspiración la imagen más cándida y pizpireta de Marisol.
Delfín coge una dosis de volantes de traje de luces, otra de zapatillas de deporte y el traje de "tradición sastre", lo mete en la coctelera y ofrece vestidos de líneas puras acompañados por volantes de quita y pon, o u esmoquin en negro petróleo, acompañado con pajarita, que se convierte en vestido de faralaes.
"Vuelvo al sur, como se vuelve al amor", ha dicho Delfín recordando el bolero que versionó Estrella Morente, sobre una colección con la que quiere comenzar una nueva etapa, vital y profesional.
TERESA HELBIG, MODA DE ASPECTO FRÁGIL
Cada desfile es un reto, un examen, al que el diseñador debe llegar con la lección aprendida y los deberes bien hechos. No es porque sea septiembre, pero Helbig logra posicionarse en el primer puesto con diseños de aspecto frágil y robusta costura en la tercera jornada de la Madrid FashionWeek.
Sobre la pasarela, convertida en un folio blanco en el que contar todo lo que se sabe, Helbig ha dibujado una serie de vestidos cuajados de detalles como pinturas manuales sobre cuero, cuellos cubiertos de bordados, abalorios y cristales que intiman y coquetean con la alta costura.
Una lástima que toda esa riqueza y poderío solo se vea, aprecie y valore en las cortas distancias y pase inadvertida en la grandeza de la pasarela.
"Tengo obsesión por el detalle", ha contado a Efe esta creadora, que propone prendas actuales y modernas con reminiscencias decimonónicas.
Junto a una original paleta cromática en la que tenían cabida el crudo, verde jade y rosa pálido, el cuero tatuado a mano y los dibujos de corales y perlas le han asegurado un trabajo destacable. Las piezas de la diseñadora Teresa Helbig se reconocen a simple vista, dejan huella en la retina gracias a la detallista y pulcra costura que esta diseñadora se esfuerza en realizar.
La fascinación occidental por la cultura China a finales del siglo XVII propicia el alma de la colección de Helbig, quien se ha servido de extraordinarios tejidos como a bambula, georgette, blonda, tul o crepé de seda, texturas que en ocasiones trata con cinta de seda rosa empolvado.
Una vez mas, Helbig vuelve a experimentar y se reta a sí misma con nuevos volúmenes y extraordinarios trenzados de napa. "He querido reinterpretar prendas ceremoniales de un modo pragmático e iconoclasta", expresa.
También con los deberes hechos, aunque la nota depende del público, el tándem formado por María Lemus y Víctor Alonso, alias María Ke Fisherman, han visionado la historia de la moda del último siglo a través de sus gafas de visión futuristas, que solo ofrecen imágenes deportivas y de ganchillo.
"Estoy loca de contenta con el resultado de esta colección, quiero llegar muy lejos, pero sé que para mí lo más importante es tener un buen producto", dice una aplicada Lemus, que se muestra muy orgullosa del trabajo de las monjas de clausura que confeccionan todas sus prendas sin enjuiciar el grado de transparencias, la provocación y los patrones poco recatados.
Desde Huelva esta religiosas, que rezan "a diario" por ellos, tejen los vestidos de rejilla que han vestido celebrities como Katy Perry, Mylei Cyrus, y también las piezas elaboradas con cinta técnica en lugar de hilo tradicional que cobraban vida en forma de vestido de cóctel de croché y tops y faldas de punto garbanzo.
"Yo lo que quiero es vender, no jugar a ser diseñadora", dice una joven creadora que ha pellizcado el mercado internacional desde las redes sociales con precios que oscilan entre los 350 y los 2000 euros.
Por décimo año, Juana Martín superó el examen con una colección liviana coloreada en blanco y negro y adornada con estampado de flores construido con vinilo. "Cuando no sabía a lo que me exponía era mas feliz", contó esta diseñadora gitana, la primera en subirse a una pasarela en España.
Más nervioso llegó Ion Fiz al examen, que a partir de las líneas más clásicas de la costura, enunció una propuesta femenina, asimétrica y cargada de detalles lenceros, una narración en la que, a pesar de su esfuerzo, se equivocó sacando a la calle tanta lencería.
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