La escena se repite en muchas playas españolas. Bebidas escondidas en cualquier rincón que luego son comercializadas por los vendedores ambulantes sin ningún control sanitario. Mojito, sangría, refrescos... la oferta es muy variada, pero con un denominador común: al margen de la ley y sin reunir las mínimas condiciones de salubridad e higiene en su elaboración.
Los turistas, que desconocen cómo se fabrican estas bebidas son sus clientes favoritos. Preparan refrescos sin cumplir ninguna norma sanitaria. Y esconden los productos entre alcantarillas, contenedores o cualquier otro lugar poco visible a los ojos de la policía. La presión de los agentes es enorme y las multas ascienden a los 260 euros en Cataluña, pero son pocos los vendedores ambulantes denunciados que hacen frente a la sanción.