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Sensación de vértigo, sufrimiento, mariposas en el estómago, nervios y sudores, sobreexcitación, palpitaciones. Todo lo que se escenifica como amor, lo que se siente con él, no parte del corazón. Amamos desde lo más profundo de nuestro cerebro. Algunos de los trabajos más recientes estiman que hasta 12 áreas del cerebro humano están involucradas en el sentimiento del amor. Por ejemplo tal y como aclara el jefe de neurología del Hospital Infanta Cristina y Director de la Fundación Cerebro de la Sociedad Española de Neurología David Pérez, hay dos zonas del cerebro que registran menor intensidad en la fase de enamoramiento. Se trata por ejemplo del lóbulo frontal que es nuestro lóbulo racional "de alguna manera el amor nos vuelve irracionales y sobrevaloramos a nuestra pareja, a nuestra amada" y también una disminución de la amigdala que es un núcleo relacionado con el miedo por lo que el amor nos hace más osados.

Las investigaciones apuntan a que tanto el amor como la fidelidad poseen una clara base neurológica, donde neurotransmisores como la adrenalina, la dopamina, la serotonina, la oxitocina, vasopresina, etc. son elementos fundamentales para comprender porqué nos enamoramos.

En el flechazo solo medio segundo tardan los neurotransmisores en activarse. Son los mismos que actúan en la infidelidad, el deseo sexual o el odio. Todo sentimientos que acarrean consecuencias físicas: el amor acelera el corazón, dilata las pupilas, pone los pelos de punta, mejora la estima y las defensas, y reduce el estrés o el dolor. Es una cascada de reacciones químicas que nos somete a un pequeño estado de locura que es saludable vivirlo.