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La bravura de dos excepcionales toros de Victorino Martín, uno de ellos indultado a petición del público y a los que cortaron las dos orejas Paco Ureña y Manuel Escribano, despertó a la Maestranza de Sevilla del largo letargo de once días de feria sin apenas emoción ni triunfos.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Victorino Martín, desigualmente presentados, tanto por volúmenes como por tipos, y todos escasos de pitones. Dentro de su encastado juego en general, también hubo variedad de comportamientos, con dos de ellos muy destacados por la bravura y la profundidad de sus embestidas: el tercero y sobre todo el excepcional cuarto, "Cobradiezmos" de nombre, que fue indultado.

Manuel Escribano, de berejena y azabache: dos pinchazos y estocada honda desprendida (silencio tras aviso); indulto (dos orejas simbólicas).

Morenito de Aranda, de canela y oro: pinchazo y estocada delantera desprendida (palmas tras aviso); estocada caída (silencio).

Paco Ureña, de rosa y oro: estocada baja (dos orejas); pinchazo, media estocada atravesada y descabello (silencio).

El ganadero y el mayoral dieron la vuelta al ruedo junto a Escribano tras el indulto del cuarto toro.

Entre las cuadrillas destacaron Vicente González y Chicharito picando a los dos toros destacados.

Duodécimo festejo del abono de la feria de Abril de Sevilla. Menos de tres cuartos de entrada en tarde de mucho viento.

LA BRAVURA PROFUNDA

Un toro bravo, de embestidas profundas y de máxima entrega tras de la muleta, hizo vibrar hoy las viejas piedras de la Maestranza de Sevilla como en las tardes más memorables.

Desde que salió al ruedo, para tomar la larga cambiada de rodillas con que le recibió en chiqueros Manuel Escribano, "Cobradiezmos", que así se llamaba el ya histórico toro de Victorino Martín, llenó la tarde abrileña con las emociones que sólo genera la raza de los verdaderos toros bravos.

Aunque en varas "se lo pensó" un tanto para arrancarse después con fuerza al picador, y apuntó el leve defecto de escarbar antes de hacerlo, el precioso cárdeno del hierro de la A con asas empujó fuerte en el peto y, sobre todo lo demás, dejó constancia de su absoluta entrega para descolgar su cuello y seguir las telas a ras de arena hasta el final de cada pase.

Y así siguió haciéndolo en la faena de muleta que le planteó Manuel Escribano, en la que el diestro sevillano se mostró muy generoso para lucir la completa y honda bravura del "victorino", que repitió incansable sus emotivas embestidas, por mucho que algunos desaciertos técnicos del lidiador no le llevaran a apurararlas en toda su dimensión.

Pero era tal la vibración que generaba esa raza desbordante que ya a mitad del trasteo comenzaron a surgir los pañuelos pidiendo el indulto de "Cobradiezmos", mientras el animal seguía embistiendo al mismo nivel y Escribano se recreaba en tandas de pases cada vez más intensas e incluso en los sabrosos adornos.

Y por fin asomó el pañuelo naranja que enviaba al bravo toro a su finca extremeña, marcando un hito que no se producía en la Maestranza desde hace cinco años, cuando fue "Arrojado", otro bravo de Núñez del Cuvillo, el que se ganó el perdón de la vida.

Aun así, antes que "Cobradiezmos" se lidió otro gran toro de la divisa de Victorino Martín, este de nombre "Galapagueño", menos armónico de hechuras y de embestidas, aunque menos emotivas, más templadas e igual de profundas que las de su hermano de camada.

A este toro también le cortó las dos orejas, de manera factual y no simbólica, el murciano Paco Ureña, que le cuajó muchos muletazos muy hondos y de ritmo ralentizado con ambas manos en una faena con algunos altibajos provocados por puntuales desajustes en los cites.

Pero de una y otra forma, esta fue la faena que comenzó a levantar la tarde, y la feria, como la alarma del despertador que acabó con el largo letargo de la feria. Quizá por eso se premió con cierta generosidad tras una estocada baja.

Con los otros cuatro toros no hubo tanta emoción en la plaza, pues el primero de Escribano sacó poca raza y alguna mala idea, y el destartalado sexto nunca se empleó tras la muleta de Ureña, a pesar del notable pero vano esfuerzo del murciano en busca de la salida por la Puerta del Príncipe.

Por su parte, Morenito de Aranda tuvo un lote con ciertas opciones pero también exigente, ante el que, esforzado y tesonero, no aplicó la mejor estrategia para sacarles lucimiento.