Un cambio de vuelo que les salvó la vida | EFE
(Actualizado

Eran las 10:00 de la mañana del 20 de agosto de 2008 cuando Claudia y su familia se disponían a realizar el trayecto Madrid-Gran Canaria para volver de vacaciones. En ese momento, nada hacia presagiar que vivirían uno de los días más trágicos de la historia de la aviación española y el accidente más grave del Aeropuerto de Barajas.

Cuando llevaban un rato esperando al embarque les informaron que por overbooking debían cambiar su vuelo al JK5022 de Spanair de las 13:30, el vuelo que resultó accidentado.

Claudia, de entonces 11 años que viajaba junto a su hermano de 7 y su madre, no paró de insistir en que ella no quería esperar hasta esa hora y que lo único que quería era llegar a casa. La madre para no seguir escuchando las quejas de su hija y teniendo a su otro hijo enfermo, solicitó que les mantuvieran su hora original.

Pese a que eso fue imposible, finamente la compañía cedió a las peticiones de la familia y les recolocó en otro vuelo de las 11:30, lo cual no estaba tan mal. Casi dos horas de vuelo en los que la madre regañó en varias ocasiones a la pequeña por la incomodidad de los asientos que les habían asignado. El cambio de vuelo les había obligado a ocupar las butacas que están junto al motor de la nave, muy estrechos y soportando más ruido del habitual. Un viaje incómodo tras que al fin llegaron a casa.

Quién les iba a decir que la insistencia de la niña, hoy de 22 años y graduada en periodismo, de no pasar tanto tiempo en el aeropuerto iba a ser crucial.

La familia no fue consciente de lo ocurrido hasta que las noticias del mediodía les alertaron de que el vuelo JK5022 de Spanair en el que ellos debían volar se había estrellado antes de despegar. La suerte y la cabezonería quiso que ellos no fueran en ese avión.

"Nunca sabes cuándo vas a hablar con tus seres queridos por última vez, así que aprovecha y hazlo cuando aún puedes".

Sin embargo, no todo el mundo tuvo la misma fortuna y hubo pasajeros que sí aceptaron ese cambio de vuelo. Una de estas personas era Rubén Santana que, a diferencia de Claudia y su familia, acabó cogiendo el fatídico vuelo en el que fallecieron 154 personas.

Pese que la historia acabó bien para esta familia, Claudia tiene presente "lo arbitraria que es la vida", y sigue pensando que pudieron no tener tanta suerte y estar en ese avión. "Nunca sabes cuándo vas a viajar o cuando vas a poder ver o hablar con tus seres queridos por última vez, así que aprovecha y hazlo cuando aún puedes", reflexiona Claudia.

Un accidente humano

Catalogado en su día como un “accidente humano” que podría haberse evitado, la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil (CIAIAC) concluyó en 2011 que una serie de fallos propició el siniestro de la aeronave, que despegó con una hora de retraso por el fallo de uno de los motores. El avión se estrelló al poco tiempo de despegar tras no haberse comprobado que la avería se había solventado correctamente.

Tras 11 años las heridas siguen sin cicatrizar y es que las familias y seres queridos de las 154 personas fallecidas de aquel trágico 20 de agosto de 2008 no olvidan aún lo sucedido.