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Cada día se cometen en España 22.000 ciberdelitos. Desde el simple robo de información, al envío masivo de correos de tipo spam o con fines delictivos, pasando por los ciberdelitos más graves: la estafa, el robo, o el ciber-acoso. Son datos de la encuesta que cada año realiza Norton, una de las empresas que se dedica precisamente a la protección de datos y a combatir este tipo de delincuencia a través de Internet.

El perfil de la víctima de un ciberdelito es el de un joven, de hasta 35 años, adicto a Internet, al que dedica una media de unas 50 horas semanales, y también habitual de las redes sociales. Una persona que además, según ha revelado este último estudio, se siente protegida en la red y en sus intercambios personales de información a través de la red, porque adopta o bien una personalidad falsa o el anonimato.

La realidad demuestra sin embargo que estas personas, lejos de estar más protegidas, acaban siendo las más vulnerables, precisamente porque piensan que todos sus movimientos o los datos que facilitan en la Red no podrán ser contrastados con su identidad real.

Nada más lejos de la realidad. Los nuevos ciberdelincuentes son expertos en la sustracción, robo y venta de datos. Cazan todo tipo de información gracias a sus extensos conocimientos informáticos.

Operan a veces desde países tan lejanos como Ruanda, donde tienen bases seguras porque no existe en ellos ningún tipo de control de estas actividades. Y desde luego ya no tienen nada que ver con la imagen rebelde y un tanto simpática que se nos ofrecía de ellos en viejas películas como "Juegos de Guerra", donde tan sólo trataban de demostrar sus conocimientos y romper las defensas de cualquier sistema informático.

Los hackers de hoy se mueven por dinero, ganan grandes sumas y logran incluso que ordenadores en la sombra, infectados a distancia, trabajen para ellos. Son los profesionales de la delincuencia del siglo XXI, los nuevos ladrones de cuello blanco.

Ponerse a salvo de sus maniobras sólo es posible si se siguen una serie de recomendaciones básicas: por ejemplo, no revelar ningún dato personal. Y jamás dar a nadie la contraseña o password de cualquier aplicación. Estaríamos dando a un ladrón, metafóricamente, en la mano, la llave de la puerta de nuestra casa.