Cinco lugares con magia y misterio en la Comunidad de Madrid
La puerta del Infierno, la teletransportación, fantasmas, gnomos y hasta un valle donde los sueños te atrapan
Son poco más de 8.000 kilómetros cuadros de extensión, pero la Comunidad de Madrid encierra muchas cosas notables. Unas naturales y otras...sobrenaturales.
Las siguientes líneas son una doble invitación. Por un lado a conocer hechos, sucesos o leyendas sobre fenómenos difícilmente explicables ocurridos en poblaciones madrileñas. Y por otro a conocer estas localidades que bien merecen una visita en la que, quien sabe, puede toparse con algo 'extraño'.
El Diablo en la Sierra de Madrid
Comenzamos en la Boca del Infierno, que se encuentra en San Lorenzo de El Escorial. Justo el enorme edificio herreriano mandado construir por Felipe II sirve de tapa para contener a las fuerzas del Averno. O eso se cuenta desde que se eligió el emplazamiento de esta enorme parrilla de granito.
La tradición habla de dos bocas del Infierno. Una está en Turín y sobre ella se sitúa la catedral de esta localidad del norte italiano. La otra estaba en El Escorial y Felipe II decidió poner sobre ella su palacio, monasterio panteón.
Unida a esta leyenda está la del perro diabólico, una especie de cancerbero, guardián del foso demoniaco que aullaba noche y día. Hasta que con la muerte de Felipe II dejó de oírse.
Fantasmas o gamberros en El Alamín
Tal vez los fantasmas más famosos de Madrid sean Raimunda, en el Palacio de Linares de la capital, o el de Elena en la Casa de las Siete Chimeneas en la Plaza del Rey. Pero donde dicen que se concentra el mayor número de espectros, manifestaciones y voces extrañas y otras cosas por el estilo es el poblado abandonado de El Alamín, en la localidad de Villa del Prado.
Hasta hace no mucho esta antigua colonia de explotación agrícola propiedad del Marqués de Comillas era visitada por los estudiosos de la parapsicología y, desgraciadamente, también por gamberros que acabaron vandalizando las viviendas, la iglesia, la escuela y otros edificios de este complejo.
Existen en Youtube ejemplos de gente huyendo, asustada, con ventanas o puertas que se abren y cierran solas sin que nadie las toque. Pero si son hechos ciertos o no, eso ya es otro cantar.
Ahora El Alamín está alquilado a una empresa de 'airsoft' que desde que llegó asegura no haber tenido ninguna experiencia extraña, más allá de las imprudencias de algunos que tratan de acceder al recinto ahora vallado.
¿Gnomos en Algete?
Pues sí. Y no sólo gnomos si hacemos caso a lo que le ocurrió a una familia algeteña en 1994. Lo de los seres de medio metro de altura corriendo por su jardín causó desde luego asombro y también incredulidad.
Pero lo que de verdad acabó preocupando a esta familia fue la muerte de varios de sus perros en muy poco tiempo o la aparición de señales de labios en las paredes. Extraño también el comportamiento del televisor que se encendía solo.
Teletransportados desde Alcorcón
La zona del Parque de Lisboa y el entorno de los castillos de Alcorcón a menudo ha reunido a grupos de gente que esperaban ver platillos volantes. Incluso algunos aseguraron ver un aterrizaje de una supuesta nave en el parque en 1969.
Otros han asegurado ver fantasmas en las ventanas del castillo del marqués de Valderas.
Pero el hecho más inexplicable le sucedió en 1995 a dos vecinos, Javier y Benjamín, que una noche mientras conducían de vuelta a casa por la carretera de Extremadura, a la altura de Alcorcón, se vieron envueltos por una repentina niebla.
En pocos minutos se disipó y ambas personas comprobaron que el paisaje había cambiado. Se encontraban en San Agustín de Guadalix. A más de 50 kilómetros de su destino. Un caso raro, desde luego. Pero tanto Javier como Benjamín insistieron en que realmente ocurrió así y que no se inventaron nada.
Un valle de ensueño
Dejamos los fenómenos extraños pero no el mundo mágico, porque recorrer el Valle de los Sueños de Puebla de la Sierra tiene algo muy especial, difícil de explicar según muchos de los que se adentran en su museo a cielo abierto.
Una colección de 113 esculturas a lo largo de unos 2 kilómetros de recorrido. Una acción cultural que surgió de un artista local, Federico Eguía, impulsor de este proyecto que ha logrado atraer a otros escultores.
Las piezas, a la intemperie en este trozo de la Reserva de la Biosfera de la UNESCO, invitan a ver e imaginar e incluso interpretar las formas según la época del año. Es por tanto, un museo que en cada estación cambia.
Esa es su magia. Pasear entre bustos, esferas con cierres, una silla gigante, pájaros de metal u otras figuras que alientan la imaginación. Y hacerlo al aire libre, tocando y sintiendo.
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