La Latina, el barrio que no es barrio
Un trozo del Madrid más castizo que ayuda a conocer mejor la historia de la capital
El Barrio de La Latina no existe como tal. Existen las calles, las plazas, las casas, los monumentos, las personas, las palomas y las mascotas que habitan esa parte del centro de la capital. Pero en realidad el barrio, enorme, es el de Palacio que se inscribe en el Distrito Centro.
Otra aclaración. No hay que confundir La Latina con el Distrito de Latina situado en el suroeste de Madrid y que contiene a su vez algunos de los barrios más populares de la ciudad.
Si nos plantamos en la boca de metro de La Latina tenemos a nuestro lado el nuevo polideportivo municipal de La Cebada y justo en frente el Teatro La Latina. Pero antes que teatro fue un hospital fundado por Beatriz Galindo, preceptora de la reina Isabel La Católica y sus hijas.
EL BARRIO DE DOÑA BEATRIZ
Como Beatriz Galindo era mujer culta y enseñaba latín, en la Corte castellana se la conocía como 'La Latina'. Y ya se sabe que el pueblo de Madrid tiene la virtud de rebautizar a su antojo calles y personajes ilustres más allá de lo que diga la historia y la municipalidad.
Así que ya sabemos el porqué del nombre de La Latina y que viene del siglo XV, ni más ni menos. Pero el 'barrio' tiene una historia incluso anterior a la de los Reyes Católicos. No vamos a remontarnos al Mioceno madrileño pero sí a los tiempos en los que esta parte era el cogollo del Mayrit musulmán.
Estamos ahora en el siglo IX, en una población en torno a la colina que sube desde el Río Manzanares. Una fortaleza sin mucha importancia en aquel entonces, con calles estrechas y laberínticas que el urbanismo moderno apenas ha conseguido enderezar.
De aquella población del Islam quedan vestigios de sus varios siglos de estancia con torres, muros, murallas y nombres en algunas placas.
Las conocidas como 'cavas', Cava Alta y Cava Baja, fueron los fosos de las murallas cristianas de Madrid tras ser reconquistada. Se 'cavaron' para reforzar los muros que cerraban Madrid y proteger así a la población.
Hoy en día se pueden ver restos de estos paredones de piedra en la traza misma de la Cava Alta, en los bajos de un conocido bar y tras una reja en la cercana Calle de Los Mancebos.
La Calle de Los Mancebos tiene su interés porque por un lado es una calle y por el otro es una 'angosta', una denominación para vías estrechas que ya sólo permanece en esta parte de Madrid.
Cuentan que en el siglo XIII dos mancebos, dos muchachos, mataron al rey Enrique I de Castilla al tirar una teja que acabó abriéndole la cabeza al monarca que por entonces contaba con solo 13 años de edad.
Los hechos ocurrieron en Palencia pero los autores del crimen o accidente fueron trasladados a Madrid, quedando recluidos en la casa de la familia Lasso justo al lado de la Real Iglesia de San Andrés. O sea, junto a lo que hoy es la Calle de Los Mancebos.
El final para ambos jóvenes fue morir degollados por haber cometido el magnicidio. Sus cuerpos fueron enterrados en San Andrés.
EL BARRIO DE SAN ISIDRO Y SU JEFE
Es esta parte de La Latina muy interesante porque en poco más de 500 metros a la redonda encontramos referencias a San Isidro. En la cercana Plaza de la Paja se halla el Palacio de los Vargas. Todo ello a espaldas de la Real Iglesia de San Andrés y la joya arquitectónica de la Capilla del Obispo
El Palacio de los Vargas es hoy en día un colegio concertado pero antes fue la residencia de los 'jefes' de Isidro de Merlo y Quintana. Ya se sabe que antes que santo, Isidro fue labrador y pocero con muchos milagros en su haber.
Los Vargas lo mismo mandaban a San Isidro a arar los campos de Carabanchel que los de Alcobendas y reservaban para ellos una extensa finca al otro lado del Río Manzanares que tenían como casa de campo y que acabó en manos de Felipe II. Aquí comenzaría la historia de la Casa de Campo de Madrid, pero eso, otro día.
Antes de bajar a la Plaza de la Paja nos detenemos un momento en esta parte de La Latina para, al menos, citar el Museo de los Origenes de Madrid, Casa Museo de San Isidro en la Plaza de San Andrés y que bien merece una visita.
Ya en la Plaza de la Paja, primer gran mercado de abastos de Madrid hasta el siglo XV, sale de su parte inferior derecha la Calle del Príncipe de Anglona con su jardín romántico visitable y al fondo de la calle se levanta la impresionante torre mudéjar de la Iglesia de San Pedro El Viejo, construida sobre la Mezquita de la Morería.
MADRID DE AGUA Y FUEGO
Recorrer estas calles de La Latina es recorrer parte de la historia fundacional de Madrid. Seguir por la Costanilla de San Pedro, el Pretil de Santisteban, la Travesía del Nuncio y acabar en la Plaza de Puerta Cerrada tiene mucho simbolismo.
Los más puristas dirán que si cruzas la Calle de Segovia te sales de La Latina, pero merece la pena avanzar solo unos pasos para situarse bajo la gran cruz. Justo en el sitio donde se ubicaba una de las puertas de la muralla que cerraba Madrid.
A levantar la vista sobre una fachada vemos una inscripción. "Fui sobre el agua edificada, mis muros de fuego son". Este es uno de los lemas más conocidos de Madrid.
Bajo la capital se extiende una gran reserva de manantiales que nutrían antaño las fuentes. El fuego se refiere a las chispas que saltaban al golpear con las armas los muros en los asedios.
La muralla estaba hecha en parte con piedras de pedernal que con el choque de lanzas, flechas y armaduras desprendían ese 'fuego' que asombraba a los atacantes.
Sin cruzar la Calle de Segovia, camino arriba, llegamos al cruce con la Calle de Toledo. Otro de los límites imaginarios del 'Barrio' de La Latina. La Calle de Toledo en sí es un trozo vivo de historia y en sus aledaños se condensa buena parte del casticismo matritense.
QUEVEDO, MACHADO Y CELA EN EL MISMO COLEGIO
Sobre ella se levanta la Colegiata de San Isidro que alberga el cuerpo del santo patrón y que fue hasta la terminación de la Catedral de La Almudena la 'catedral en funciones' de Madrid. Pegada a la colegiata una bifurcación convierte la Calle de Toledo en la Calle de los Estudios.
Aquí está el centenario Instituto San Isidro. Hoy imparte enseñanza a alumnos de Secundaria y Bachillerato pero antes alojó el Colegio Imperial y los Reales Estudios de San Isidro, fundados en el siglo XIV. Es toda una institución educativa de la capital.
En sus aulas estudiaron Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Calderón de la Barca, Jacinto Benavente, Pio Baroja, Antonio y Manuel Machado, Miguel Mihura, María Zambrano, Camilo José Cela, José Luis Sampedro o Víctor Hugo entre otros.
Seguimos la calle de los Estudios para desembocar en la Plaza de Cascorro, la Ribera de Curtidores y El Rastro madrileño, para algunos este es el 'meollo' de La Latina.
De hecho la frase "quedamos en Cascorro" es o era tan habitual como "quedamos en el Oso y el Madroño" o "quedamos en Ópera" por referir algunos puntos de cita.
SANGRE, ANTIGÜEDADES Y UNA MOCHILA
De El Rastro ya sabemos que es el mercado ambulante con más tradición de Madrid, que se celebra los domingos y que ha ido evolucionando desde los comercios de ocasión a los más actuales de ropa, artesanía, efectos militares o bisutería.
Pero El Rastro era precisamente eso, el rastro de sangre que dejaba sobre la calle el ganado tras su paso por el matadero cercano camino de las tiendas de curtidos. De ahí también la denominación de la Ribera de Curtidores.
Comercios de todo tipo se alinean a lo largo de la pendiente de esta ribera. Desde las tradicionales tiendas de antigüedades y almonedas a las de montañismo pasando por innumerables bares, bazares, algún supermercado y las espléndidas galerías comerciales.
Entre semana la bajada por esta calle puede llevar unos pocos minutos pero los domingos es a veces imposible avanzar por la cantidad de compradores, vendedores y turistas.
La Ribera de Curtidores acaba en la Ronda de Toledo, poco antes de Embajadores. Esta es una de las fronteras de La Latina porque al otro lado está nada más y nada menos que Lavapiés.
LA PALOMA Y FERNANDO VII
No nos queda más remedio que retroceder hasta la Puerta de Toledo y remontar la calle del mismo nombre para ir cerrando este recorrido histórico y tremendamente madrileñista, porque en el 96 de la Calle de Toledo se alza la Parroquia de Nuestra Señora de la Paloma y San Pedro El Real, templo que acoge a la patrona 'oficiosa' de Madrid: La Virgen de la Paloma.
Remontando la calle llegamos a la Plaza de Arganzuela y frente a ella, la Calle de la Arganzuela y en mitad de este triángulo está 'La Fuentecilla'. Una fuente que surtió a los madrileños hasta hace no muchas décadas y que está unida a la historia del barrio.
La fuente monumental está dedicada al 'Deseado', el rey Fernando VII, un "monumento fúnebre al buen gusto" tal y como lo definió en el siglo XIX el cronista perpetuo de Madrid, Mesonero Romanos.
Tal vez el verdadero valor de esa plaza sea mirar desde el inicio de la calle de la Arganzuela hacia el sureste y ver un trozo del horizonte de Madrid, algo casi imposible en esta zona de la capital.
Culminamos el recorrido llegando al punto de partida. La boca de metro de La Latina, con el moderno polideportivo. Anejo a este se levanta el imponente Mercado de la Cebada y frente a ambos el Teatro La Latina. Un paseo de más de mil años en el que casi todo ha cambiado pero mucho permanece si se sabe donde mirar.
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