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Muy pocos madrileños habrán escuchado hablar de Goya Bis, el ramal que hasta 1958 unía las estaciones de Diego de León y Goya. Aunque si eres fan de Juan Gómez-Jurado y has leído la famosa saga ‘Reina Roja’ debería sonarte, ya que parte de la trama se desarrolla en esta zona fantasmagórica del metro.

En la actualidad, aunque en mal estado, estos túneles que se inauguraron en 1932 y estuvieron operativos hasta 1958 todavía siguen en pie y en ‘A un metro de ti’ los recorremos junto a Óscar González, trabajador del servicio de Gestión Operativa de Líneas.

“Son espacios que el público normalmente no ve”, pero si nos fijamos bien, en el andén de la Línea 2 de Goya, en dirección hacia Cuatro Caminos, encontraremos una puerta metálica que pasa desapercibida para los ojos de gran parte de los viajeros que transitan por aquí. Tras ella hay una rampa que desciende hasta las entrañas del metro.

Otro ejemplo de su existencia la podemos encontrar, a mano izquierda, justo antes de que el tren de la Línea 4 penetre en la estación de Goya desde Lista. Aquí se puede observar con gran claridad el antiguo ramal.

A pesar de haber pasado más de sesenta años desde que se cerrara al público, la estructura de este túnel de Goya Bis sigue estando en perfectas condiciones, aunque con algunas humedades y desperfectos. Por este motivo, podemos recorrerlo con total seguridad junto a nuestro anfitrión, quien nos enseña traviesas de madera y viejos mechinales, recovecos en la pared que servían para que los operarios de mantenimiento se resguardasen cuando venía un tren.

Y, es que, antiguamente los operarios de mantenimiento trabajaban con el servicio de metro activo. No se parada, como se hace hoy en día. Por eso la abundancia de estos espacios de dos metros de alto en las paredes de las líneas más antiguas. Cabe recordar que la frecuencia no era la misma que la de ahora, que pasan cada poco tiempo.

La estación fantasma de Chamberí

Pero Goya Bis no es el único espacio que se ha abandonado en las entrañas del Metro de Madrid. Te mostramos otros dos espacios con aspecto fantasmagórico, más propios de pelis de terror, que de nuestro cuidado suburbano.

El pasillo de Noviciado

Junto a nuestro anfitrión descendemos hasta otro espacio de metro abandonado. Este, algo más tardío, estuvo abierto al público entre las décadas de los 60 y los 80. Se trata del “antiguo pasillo de correspondencia de la Línea 2 de Noviciado a Plaza de España” y, aunque en un primer momento lo transitaba la gente de a pie, lo cierto es que años después se cerró y se convirtió de uso exclusivo para los vigilantes de metro.

Antiguamente, tal y como nos explica nuestro anfitrión Óscar, todos los vigilantes salían desde este punto: “No había vigilancia fija en las estaciones, sino que eran patrullas de vigilantes” que se repartían desde este punto. “Desde Noviciado, que es donde tenían el vestuario”.

Se construyeron cundo “no estaba previsto ni que fuera la Línea 10” y, aun así, siguen estando en perfecto estado, aunque la decadencia cada vez es más evidente. Puertas rotas, objetos estropeados por el suelo, escasa iluminación, mobiliario estropeado y techos en mal estado son algunos de los detalles que hacen evidente el paso del tiempo. “Es uno de los espacios que Metro quiere recuperar”, nos confiesa.

Vestíbulo de Ventas

Accedemos al antiguo vestíbulo de salida a la Plaza de Toros de Las Ventas. “Lleva cerrado entre 40 y 45 años”, nos explica Óscar. “Era un vestíbulo solo de salida”, es decir por aquí los pasajeros no podían acceder a la línea de metro, pero... ¿Cómo lo sabe? Si nos fijamos detenidamente en este espacio falta algo. Un objeto muy simple: La taquilla. No tiene taquilla y, como la tecnología por aquel entonces no estaba tan de moda como ahora, las personas que quisieran entrar tenían que hacerlo por otra boca. Por esta tan solo podían colarse.

Antiguo vestíbulo de salida a la Plaza de Toros de Las Ventas | A un metro de ti

Aunque no mucho. Porque como nos señala nuestro anfitrión: “Aquí había una revisión”, comenta alumbrando con su linterna a un pequeño espacio de no más de dos metros cuadrados de extensión: “Aquí trabajaba una persona ocho horas diarias y sin apenas espacio para estirar las piernas”. Menos mal que no solo han cambiado las estructuras, también las condiciones laborales de los operarios de metro.