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En la parada de metro Mar de Cristal nos espera el hombre del momento: Yotuel. Nos ha citado aquí porque para entender su éxito, primero hay que conocer su historia.

Su sueño siempre había sido rapear, darse a conocer por su música. Es algo que ha perseguido a lo largo de toda su vida. Desde que era muy pequeño. De hecho, con tan solo 18 años ya hacía sus pinitos en el mundo de la música, del teatro y de la televisión.

Yotuel, en el metro, rememora su historia | A un metro de ti

Gracias a la fama que cosechó junto a un amigo, en Cuba, una representante francesa se fijó en ellos y les ofreció cruzar el charco para empezar a mover su música por Europa. Con la mala suerte de que una vez se asentaron en el país galo, les salieron pocos contratos y acabaron viviendo en la calle. “El metro fue mi casa”, nos cuenta. No le quedó otra y “con mucha honra” decidió seguir luchando por sus sueños, a pesar de no tener un techo bajo el que dormir.

Lo que llevó peor durante aquella etapa fue mentir a su madre: “Llamar a mi madre y fingir que todo estaba bien me reventaba. Pero tampoco podía decirle que estaba mal porque ella vivía a 4.000 kilómetros”. Aunque, por otro lado, sabía que estaba haciendo lo correcto: “Soy hijo único, si le decía que lo estaba pasando fatal era peor porque se iba a quedar hecha polvo”. Le tocó fingir, hacer como que todo iba bien “cuando colgaba el teléfono sentía que no le había hecho daño”. Era una forma de protegerla. Así que decidió ocultarle la verdad hasta que la vida volviera a sonreírle.

La Regadera: Yotuel Romero 08.02.2021

Poco después, y gracias a su talento y perseverancia, conquistó lo que más ansiaba: La fama, el reconocimiento y el cariño del público. Su música era imparable, así que, en 2003, Yotuel y su grupo Orishas fueron galardonados con uno de los premios más prestigiosos de la música: Un Grammy Latino.

Durante esta etapa, ¿cuál es el episodio más duro que le ha tocado vivir?

“Estaba todavía en el metro”, comienza. “Hice un trabajo en una discoteca como parte de la seguridad privada” y, como él no tenía los papeles en regla, su jefe le preguntó con qué le podía pagar sus servicios. Yotuel lo tuvo claro: “Con unos zapatos”. De vivir en el metro y de no tener nada de dinero, se le habían estropeado. Le duraron una noche.

Cuando volvió al metro para dormir, se fijó en la gente que le rodeaba: “Estaba sentado y veía las caras y decía ‘Ufff’. Me quedé dormido y al día siguiente las bambas ya no estaban”. “Ese momento fue un poco incómodo”.