¿Qué es lo más raro que se han encontrado los limpiadores de metro?
“La limpieza de las instalaciones es una de las prioridades de Metro de Madrid con el fin de asegurar un servicio de calidad, seguro y fiable”
Los vagones de metro no se limpian por arte de magia, ni unos simpáticos duendecillos se encargan de dejarlos por las noches más brillantes que el oro. Detrás de esta laboriosa función, existe todo un equipo que se encarga de limpiar y, desde la llegada del coronavirus, también de desinfectar las estaciones y los vagones de trenes del metro de Madrid.
A la 1:30 de la mañana, la hora en la que muchos deciden poner punto y final a su jornada y regresar a casa en el último metro, supone para Raúl Rodríguez y su equipo el inicio de un nuevo día.
En tan solo tres horas y media, una veintena de trenes tienen que estas listos para su uso. Asientos, reposabrazos, barras de sujeción, pulsadores de puertas, absolutamente todo tiene que quedar impoluto de cara a un nuevo amanecer en la capital.
Así nos lo explica Raúl Rodríguez, maestro de la limpieza de Metro y trabajador desde hace cuarenta años en este turno de noche: “A todos los trenes que han circulado, se les realiza una limpieza y desinfección interna”.
Pero también externa. Normalmente se realiza con un túnel de lavado similar al que emplean los coches. Sin embargo, en esta ocasión, no está operativo y nos enseña cómo se realiza de forma manual.
Pero, ¿qué es lo más raro que se han encontrado en los vagones?
En el suburbano se sigue comiendo, bebiendo y fumando. Sí, como leen, también fumando a pesar de la normativa y de las estrictas restricciones que se implantaron para evitar contagios desde que llegara el coronavirus, hay usuarios que hacen caso omiso y ponen en peligro la salud de los viajeros de metro.
Pero lo más raro que se ha encontrado Dianelis Zamora, encargada de la limpieza del Metro de Madrid, es algo muy difícil de olvidar: “Alguien que no aguantaba más para ir al baño hizo de vientre” en la entrada del vagón. “Aquí, en la misma puerta, se agachó e hizo el popó”. Un acto de incivismo que le sigue asqueando tanto como el día que se encontró el ‘regalito’ durante su jornada laboral.
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