Ginés Marín sigue progresando pese al bipolar palco de Las Ventas
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Triunfar en Madrid es cada vez más fácil y su peso, de menor calado que nunca. En los últimos años se suceden las puertas grandes que ni se recuerdan como efemérides, ni le han servido a los toreros, ni merece la pena recordarlas. Pases y más pases. Multinacionales de mantazos se han apoderado del toreo y el hombre masa ha comprado ese mensaje. Por eso, toreros como Ginés Marín tienen algo distinto. Tiene un empaque especial y gusta de torear para él. Poeta fue un toro para cortarle las dos y dar la vuelta al ruedo en trípode. Sí, y la faena de Ginés fue imperfecta, desordenada y emocionante y profunda a la vez.
Desde el saludo con el capote hasta el volapié final. Una estructura sin planteamiento que le sirvió para demostrar que atesora una personalidad desbordante. Por los dos pitones, la mano abajo y el cuerpo al servicio del lujo. Derechazos encajados y rimbombantes para lucir a un señor toro. Naturales más alocados, pero igual de exigentes. Las factorías de toreros quieren esa faena milimétrica que empieza con golosinas capoteras, chicuelinas o saltilleras, inicia con la muleta por la espalda, tres tandas por cada lado, una bernadinas y a matar como sea, a poder ser traserita y desprendida. Si haces eso, cortarás orejas, triunfarás, pero ni serás recordado ni adquirirás prestigio.
Ginés no hace acopio de esas teorías prostituyentes, salvo las bernadinas finales al sexto, consciente de que tenía que caldear aquello para cortar una oreja. No, seguramente no era la oreja rotunda ni fue la faena rotunda. Hubo muletazos soberbios a un toro que acusó pronto la exigencia del torero. El pinchazo paró todo, pero el posterior estoconazo pintó de blanco la plaza. El sainete de las mulillas, que debían recibir una dura sanción -no ellas sino sus conductores- acrecentó las protestas. Con el reglamento en la mano, era puerta grande.
Pero como las multinacionales, factorías, reglamentos y demás historias modernas retiran la gracia del toreo, podemos decir que ayer Madrid vio torear. El sector exigente se puso de pie en dos ocasiones. Primero, viendo torear a Ginés Marín; segundo, agradeciendo al usía no conceder la puerta grande al torero. El problema es el doble rasero presidencial, capaz de sacar a hombros cualquier fórmula que despeje la ecuación con el mantazo + bajonazo e impasible ante el toreo bueno. José Magán, el mismo que ridiculizó una gran faena de Fortes, ¿lo recuerdan? Los duros también olvidan, pero la tarde de Ginés fue para guardar.
Del resto de la terna, se puede decir que hicieron el paseíllo correctos de presentación y fueron descastados de comportamiento. Sebastián Castella no tuvo material para hacer el toreo ni ganas de matarlos dignamente. Álvaro Lorenzo ha pagado la sobrada de anunciarse tres tardes en San Isidro. Tiene condiciones, pero no progresa. Garcigrande y Domingo Hernández salvaron la papeleta con tercero y sexto, dos toros para reventar Madrid. Paciencia, Ginés lo hará pronto. Mañana tiene otra oportunidad.
Esta tarde regresa Antonio Ferrera después de la apoteosis del pasado sábado. Lidiará los toros del Puerto de San Lorenzo junto a Miguel Ángel Perera y a López Simón. A ver cómo recibe Madrid a Perera. Se admiten apuestas.
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