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(Actualizado

Ely del Valle ha entrevistado a Miguel Ángel Quintana Paz, profesor de Ética y Filosofía de la Universidad en la Universidad Europea Miguel de Cervantes (Valladolid) para analizar el comportamiento de los políticos y de la sociedad en la actualidad.

Tenemos que tener en cuenta, sostiene, que estamos en un mundo en el que priman las emociones. El jefe de gabinete del gobierno, Iván Redondo, ya lo ha dicho de forma explícita: “Las razones y los argumentos no funcionan en política y lo que hay que hacer es mover emociones”. Emociones con las que se fomenta un sentimiento de grupo (estar con los míos frente a los otros) en lugar de un aprecio por la realidad.

Y el periodismo, sostiene Quintana Paz, ha entrado también en esta dinámica. De ahí que la desconfianza se haya extendido más allá de los políticos, hasta llegar a los medios de comunicación y a los periodistas, a aquellos que se les presuponía que eran los encargados de darnos verdades.

En este contexto, el profesor plantea una reflexión muy interesante para explicar qué tipo de sociedad tenemos. Cuando nos ponemos un programa de entretenimiento o nos metemos en una red social, pregunta, “¿acaso no nos gustan esos zascas? ¿No vivimos la política como un entretenimiento?”.

“Si la gente hoy se pusiera una conferencia de Enrique Fuentes Quintana, que fue ministro de Economía durante la Transición, ¿cuánta gente aguantaría tres minutos escuchándole?”. Y, sin embargo, ¿qué audiencia tienen los programas de infoentretenimiento en los que se muestran esas reacciones más viscerales?

Que la lucha por el poder se haga de una forma más elegante o más zafia o más inteligente o más baja depende, en buena parte, de lo que demande el votante.

Respecto a la sobreactuación de los políticos, dice que a él le gustaría pensar que también se da entre las personas corrientes. “Todos hemos vivido la experiencia de que, hablando de política, es como si estuviésemos jugando un partido de rugby: que, cuando acaba, igual que hacen los jugadores que se van juntos a tomar unas cervezas, a nosotros eso también nos puede pasar con aquel con el que discutimos”.

Sobre la calidad oratoria y las formas de los políticos actuales, Quintana Paz puntualiza que “hay un riesgo en las comparaciones cuando pensamos que cualquier tiempo pasado fue mejor”, y recuerda, por ejemplo, momentos de otras épocas, como cuando Alfonso Guerra llamó a Adolfo Suárez “tahúr del Misisipí”, con el consiguiente revuelo que llamar aquello a un presidente del Gobierno cosechó en su día.

En situaciones de decadencia hemos de evitar caer en los salvadores, en los mesías. “Tengamos mucho cuidado con los mesías que nos van a salvar de nosotros mismos, nos tenemos que salvar nosotros, al menos en términos políticos”.

En la actualidad, “todos los políticos se presentan como salvadores del peligro enorme que representarían los contrarios”. Como ejemplo concreto el profesor habla del vicepresidente Pablo Iglesias, quien dijo que “representaban la inmundicia los señores que tenía enfrente, o que nunca más van a volver a gobernar, ¿porque ya se van a encargar ellos de arreglar las cosas para que no vuelvan?”. Todos estos mensajes del vicepresidente del gobierno sonarían escandalosos en una democracia sana, donde la alternancia debe ser siempre posible, y el respeto al rival esencial. Si Pablo Iglesias, en cambio, los pronuncia es porque le funcionan ante su electorado.

Al hablar de polarización, Quintana Paz nos recuerda que existe tanto en la política como en la sociedad. Hay encuestas interesantes que muestran que, así como antiguamente mucha gente era reticente a que su hija o su hijo se casara con una persona de otra raza o de otra religión, ahora, muchas veces, eso se ha trasladado a que la gente es cada vez más reacia a que se casen con alguien de ideología distinta. Algo que está pasando en EEUU, en Reino Unido y, quizá, en España.

Sobre los valores éticos, sostiene que “ha cambiado la percepción que tenemos de ellos, pero eso no significa que no existan”. Es verdad que este trajín que nos traeremos a lo largo de la historia, valorando a veces unas virtudes y a veces otras, puede llevarnos a pensar que no hay nada sólido en el mundo de la ética. Pero es una conclusión equivocada. También lo que nos dice la ciencia sobre el mundo físico va variando, y eso no implica que no exista el mundo físico. Eso sí, cierto es que, en el mundo de la ciencia, a medida que pasa el tiempo, parece que cada vez conocemos mejor la realidad, mientras que en el mundo de la ética quizá ese progreso constante no esté garantizado. Nada nos asegura que no estemos a veces, quizá ahora mismo también, en periodos de decadencia, de retroceso… o, algún día, de resurgimiento.