Han pasado tres días del desalojo de los narcopisos de la calle José Garrido, en Carabanchel y de la marcha de los okupas instalados en dos edificios que han hecho la vida imposible a los vecinos durante más de diez años.
Y los vecinos aún no se lo creen. Llevaban más de una década soportando todo tipo de problemas: robos, tráfico de drogas, suciedad y amenazas. Ahora, por fin, duermen tranquilos. Mientras, la Policía sigue vigilando para que los okupas no vuelvan.
La felicidad tras el infierno
“Ha sido un infierno, drogas, atracos, amenazas…. –dice Mª Ángeles a Buenos Días– y también robos, no podíamos ni pasear por la calle”. “Diez años han dado para mucho –señala- quiero olvidarlo porque ya estoy feliz hoy, pero ha sido muy duro”.
Una opinión que comparten el resto de los vecinos de la calle que recuerdan como han vivido instalados en el miedo y la inseguridad. Marisol dice que a su marido le llegaron a romper los cristales de su coche con la tapa de una alcantarilla.
Vecinos agradecidos
Sufrían asaltos y les robaban móviles y todo tipo de cosas. Y lo peor, según cuentan, es que “los niños se llegaban a acostumbrar a la presencia de drogadictos y se han aprovechado de ellos y les han quitado los móviles”.
Dicen estos vecinos que “estamos muy agradecidos a la Policía y a los medios que han cubierto esto, porque ahora podemos dormir tranquilos”
Señalan que ahora hasta escuchan el silencio “y eso es una sensación muy rara y que casi había olvidado”. Destacan también que pueden asomarse a las terrazas sin que les insulten y les amenacen y pasear por la calle con más tranquilidad. Por supuesto, esperan que los okupas no vuelvan nunca.
Vigilancia de la Policía
Por el momento, los dos edificios están vigilados por la Policía para impedir que vuelvan a okuparlos y los agentes permanecerán allí durante las 24 horas y no se irán hasta que los operarios terminen de limpiar los pisos y tapiarlos por completo. De ello se está haciendo cargo la Junta de Carabanchel.
El desalojo de los okupas se produjo el pasado lunes, día 19 de julio, después de diez años instalados en dos edificios y de haber causado todo tipo de problemas a los vecinos y provocado inseguridad y la indefensión más absoluta con robos y todo tipo de delitos.