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La historia de las batallas navales en Madrid se remonta al siglo XVII, en plena época de esplendor teatral bajo el reinado de Felipe IV. Este monarca, amante del arte y el espectáculo, impulsó grandiosas representaciones teatrales, y el parque del Retiro fue el escenario perfecto para sus elaboradas puestas en escena.

Calderón de la Barca, uno de los dramaturgos más ilustres del Siglo de Oro, montó obras que incluían espectaculares batallas navales en el famoso estanque del Retiro.

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Así, los madrileños de entonces podían presenciar combates entre barcos en pleno corazón de la ciudad. Aunque la escena de un barco en medio de Madrid suene extraña, la tradición echó raíces, creando un legado que aún se palpa hoy en eventos como la Batalla Naval de Vallecas.

Vallecas: el origen de una fiesta de agua

Sin embargo, la versión contemporánea de la Batalla Naval nació en los años 80 en Vallecas. En aquella época, "el barrio no tenía demasiadas opciones de ocio", cuenta una de las organizadoras, así que "la gente se reunía en las calles para organizar sus propias actividades".

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Las altas temperaturas del verano madrileño motivaron a los vecinos a comenzar una guerra improvisada, que consistía simplemente en mojarse con cubos de agua, vasos y cualquier cosa a mano. El festejo fue creciendo y ganando en organización.

La Batalla Naval de Vallecas hoy en día

Hoy en día, la Batalla Naval cuenta con la colaboración de la Cofradía Marinera de Vallecas, una asociación cultural que desde entonces se encarga de que cada 14 de julio el barrio se convierta, como ellos dicen, en "puerto de mar".

Los participantes, conocidos cariñosamente como "grumetes", se equipan con pistolas de agua, cubos y artefactos caseros para el combate.

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Según los veteranos de la fiesta, la creatividad en el diseño de estos "armamentos" es uno de los aspectos más divertidos. Desde grandes mochilas con capacidad para almacenar litros de agua hasta cañones improvisados, la Batalla Naval es una verdadera exposición de ingenio.

En la actualidad, cada año, el 14 de julio, Vallecas se convierte en un océano de diversión y agua en el que nadie queda seco. Padres e hijos, amigos y vecinos se suman a la fiesta en un despliegue de alegría que mezcla tradición, modernidad y una pizca de rebeldía.