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Madrid comenzó a iluminar sus calles en el siglo XVIII, específicamente desde el 15 de octubre de 1765, durante el reinado de Carlos III.

En esa época, se estableció un cuerpo de faroleros, quienes armados con largas escaleras, se encargaban de encender y apagar las lámparas de aceite que iluminaban las primeras 4.000 farolas de la ciudad.

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Con el tiempo, el aceite utilizado en estas lámparas fue sustituido por petróleo, y más adelante, por gas. El siguiente gran avance en la iluminación pública llegó en 1878, cuando la luz eléctrica hizo su debut en las calles de Madrid.

Este acontecimiento coincidió con la boda de Alfonso XII, momento en el que se instalaron las primeras farolas eléctricas en la ciudad, específicamente en la emblemática Puerta del Sol, una plaza que hasta hoy sigue brillando con luz propia.