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La expresión "estar en la picota" tiene su origen en un castigo público que se practicaba durante la Edad Media. La picota era una columna o poste situado en el centro de las plazas principales, donde se exponía a los delincuentes a la vergüenza pública.

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Los condenados eran exhibidos en este lugar, a la vista de todos, como una forma de justicia ejemplarizante. En las plazas abarrotadas, entre el murmullo de los vecinos y curiosos, los delincuentes cumplían su castigo bajo la atenta mirada de la comunidad.

Estos postes, a menudo decorados con figuras de piedra, se convertían en el escenario de una justicia severa que buscaba restablecer el orden y la moral en la sociedad de la época.

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Las Cortes de Cádiz ordenaron la destrucción de las picotas por el Decreto de 26 de mayo de 1813. Aunque poco efecto debió de tener el decreto porque en 1839 hubo otro intento de derribarlos , durante la regencia de María Cristina.

En El Berrueco, se conserva todavía en la plaza este símbolo del poder judicial local de tiempos medievales.