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¿Quién iba a imaginar que en un municipio como Buitrago de Lozoya habría un Museo Picasso? Y más aún, un museo donde las obras fueron donadas por el mismísimo Picasso a un buitragueño. Esta es la historia de la amistad entre un peluquero y el pintor.

Eugenio Arias –peluquero y barbero- y Picasso comenzaron su relación de amistad en Francia, en la Costa Azul, durante el exilio del primero tras la Guerra Civil Española y la posterior dictadura franquista. Picasso comenzó a acudir a la barbería de Eugenio para sorpresa de todos y en esos años se fraguó su amistad.

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La simple visita del genio del arte a una barbería ya era todo un acontecimiento y es que, Picasso no dejaba que cualquiera le cortase el pelo. Tan solo tenían permiso para hacerlo sus mujeres y sus amantes y Eugenio. La razón para ello, estaba en las propias creencias del pintor, quien pensaba que su fuerza creativa residía en su pelo.