Detrás del telón: el exigente día a día de los bailarines de la Compañía Nacional de Danza
Muriel Romero es la primera mujer en dirigir la compañía desde 1986
Tras los majestuosos espectáculos de ballet y danza contemporánea se oculta un mundo de entrenamiento, disciplina y cuidado físico constante.
En la Compañía Nacional de Danza, la rutina de un bailarín no solo consiste en ensayos y presentaciones, sino en un esfuerzo continuo por mejorar su técnica, fortalecer el cuerpo y evitar lesiones, todo bajo la guía de un equipo de profesionales dedicados.
Desde la dirección hasta la fisioterapia y el diseño de vestuario, todos los elementos están cuidadosamente preparados para apoyar a los bailarines en una rutina intensa y sin descanso.
Al ingresar a las instalaciones, el piano marca el inicio de cada jornada en la sala de danza. Su música acompaña a los bailarines durante las primeras horas, mientras se concentran en sus ejercicios de barra, un momento íntimo donde cada uno trabaja en su alineación, fuerza y flexibilidad.
“La barra es ese momento en que trabajas contigo mismo, recordando la esencia de ser bailarín”, comenta Muriel Romero, la directora, quien alguna vez también fue parte de la compañía como bailarina. Hoy, su rol incluye dirigir el rumbo de la compañía y apoyar a los artistas en cada aspecto de su formación.
El departamento de fisioterapia juega un papel fundamental en la vida de estos artistas, quienes someten sus cuerpos a esfuerzos continuos. Saltos altos, giros y movimientos rápidos pueden causar impacto y tensión en los tejidos, por lo que los fisioterapeutas atienden a los bailarines de forma regular.
Cada tratamiento se adapta a las necesidades específicas de cada persona, asegurando su salud física y prolongando su capacidad de rendir en el escenario.
La disciplina es el centro de esta vida, y se refleja incluso en el trato que se le da a cada prenda y accesorio. El departamento de vestuario, con tutús cuidadosamente etiquetados para cada bailarín, prepara todo con precisión.
Cada traje, cada zapatilla está hecho a medida para el bailarín que lo llevará en escena. Las zapatillas de punta, esenciales para las bailarinas, se desgastan rápido, y una bailarina puede llegar a usar más de cien pares al año.
En este entorno, la dedicación y disciplina son absolutos. Como cuenta Cristina, bailarina de la compañía desde 2016, “esto es un 24/7”. Comenzó a bailar a los cinco años y estudió en ciudades como Londres y Nueva York para alcanzar su sueño, un sueño que exige no solo talento sino también una estricta conciencia del cuerpo y de sus límites.
Para Cristina, y para muchos en la Compañía Nacional de Danza, ser bailarín no es solo una profesión; es una entrega total y constante.
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