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Que Rocío Flores no tenga ningún recuerdo de su abuela es algo que vuelve a dejar patente la mala relación que mantiene con su madre.

Una situación que nadie podía presagiar hace veinte años cuando Rocío Carrasco hablaba en esta casa de su hija, lo más importante de su vida.

Desde que se convirtió en madre, su visión de las cosas cambió por completo, pero no podía imaginar lo que iba a venir después: su hija dejaría de vivir con ella a los 16 años, hasta el punto de dejar de hablarse y romper todo tipo de relación.

En aquellos momentos, era feliz, estaba enamorada de su marido y hablaba maravillas de él, aunque por aquel entonces los problemas estaban presentes.