Kylian Mbappé soltó la bomba. “Creo que estoy llegando a un punto de inflexión en mi carrera, quizá es el momento de tomar más responsabilidades, a lo mejor en el PSG o quizá en otro sitio con otro proyecto nuevo”.
Lo hizo no en cualquier lugar, si no con todo el fútbol francés pendiente de él. "Quizá aquí en París, donde lo haría con gusto, o en otro lugar con un nuevo proyecto", dijo Mbappé durante la gala de la Unión Nacional de Futbolistas Profesionales de Francia.
La onda expansiva llegó hasta Madrid y el PSG tardó tan solo unas horas en controlarla a través de un comunicado oficial de los franceses para dejar claro que Mbappé se queda en París.
“Lazos fuertes unen a Mbappéy el PSGdesde hace dos años y la historia continuará la próxima temporada, el PSG y Mbappé tienen una ambición compartida de marcar la historia del fútbol europeo”.
Pero frenar al mejor jugador de la Ligue 1 tiene su precio. Mbappé quiere galones dentro del equipo, pide ser el líder por delante de Neymar, que llegó con todos los honores huyendo de Barcelona de la sombra de Messi y con la promesa de ser la estrella en el París Saint Germain.
Lo que el brasileño no intuía es que un joven de 20 años le iba a robar todo el protagonismo. Máximo goleador de la Liga francesa con 32 goles, tan solo cuatro menos que Messi, por ahora Bota de Oro. Eso sí, con un promedio inferior, 1,05 frente al 1,14 del Kylian.
Datos con los que se ha colocado por delante de nombres como Lewandoski o Cristiano Ronaldo. Ahora el delantero francés pide más.
Más sueldo y más poder, incluso en las decisiones técnicas, incluso sobre Tuchel al que recrimina no haberle apoyado en la lucha por ser el máximo golador de Europa.