Con discreción, por sorpresa y una semana antes de lo previsto, el Getafe dio un giro en su estilo y sustituyó a José Bordalás por un técnico como José Miguel González, Míchel, que aportará una visión del fútbol diferente a la que llevó al éxito a su antecesor.
Durante cinco temporadas, Bordalás explotó el fútbol directo marcado por la presión y por una alta exigencia física que llevaba al límite a sus jugadores. Cada pelea por un balón era casi una guerra y en ocasiones sus rivales acusaron al Getafe de ser un equipo demasiado duro.
La palabra correcta tal vez era rocoso. La posesión del balón no era imprescindible y en ocasiones se abusaba del balonazo y del robo en campo contrario para soltar un aguijonazo. Así, Bordalás dejó un buen legado: un ascenso a Primera División, dos octavos puestos, un quinto con clasificación europea y una permanencia.
Ahora, con la llegada de Míchel al banquillo del Getafe, todo eso quedará atrás. El nuevo inquilino del conjunto azulón traerá una nueva forma de entender el fútbol que no es desconocida en el Getafe. Míchel forma parte de la tradición de entrenadores que brillaron en la escuadra madrileña como Bernd Schuster, Michael Laudrup o Quique Flores. Todos apostaron por un fútbol más preciosista. Y con éxito.
A Míchel tampoco le fue mal. Sustituyó a Víctor Muñoz a final del curso 2008/09 cuando se asomaba al precipicio del descenso y consiguió la salvación; la siguiente temporada, la mejor, logró un histórico sexto puesto, unas semifinales de Copa y una clasificación europea; y en la tercera, se atascó y sufrió por la permanencia hasta el final.
Su sexto puesto solo fue superado por un quinto de Bordalás. Es el técnico que consiguió la segunda mejor clasificación de la historia del Getafe en Primera División. Y lo hizo con una cultura futbolística marcada por la posesión del balón, el juego combinativo y la superioridad en las bandas.
En su mejor Getafe jugaron nombres como Pedro León, Jaime Gavilán, Dani Parejo, Juan Albín, Manu del Moral, Javi Casquero o Roberto Soldado. Nombres que se acercan más al fútbol exquisito que al físico y que también estuvieron acompañados de jugadores más duros como Cata Díaz o Derek Boateng.
Esa lista contrasta mucho con la de los intocables de Bordalás. Los cimientos del Getafe del técnico alicantino han sido estos años Nemanja Maksimovic, Mauro Arambarri, Jaime Mata, Allan Nyom, Marc Cucurella, Damián Suárez o Djené Dakonam, nombres muy alejados del perfil de los que Míchel utilizó cuando logró su histórica sexta plaza.
Si a Bordalás le costó poner en su once a finos estilistas como Take Kubo para utilizar al voluntarioso Nyom en su lugar, a Míchel, seguramente, no le habría importado dar más minutos al jugador japonés. Es un ejemplo perfecto de la diferencia entre un estilo y otro, ambos igualmente validos.
Ahora, Míchel tendrá dos años por delante para aprovechar una oportunidad única de volver por la puerta grande a la Primera División del fútbol español. La frase recurrente ya manida de "suena Míchel" cuando destituían a un entrenador, en esta ocasión no sonó por los ambientes cercanos al club madrileño.
Aparecieron nombres como el técnico del Granada, Diego Martínez, o el ex del Eibar José Luis Mendilibar. Pero Míchel, no. Y en la despedida en rueda de prensa de Bordalás de este miércoles, Ángel Torres dijo que se esperaría hasta el lunes para dar a conocer el nombre del nuevo técnico del Getafe.
Antes de que volviera a sonar Míchel, Torres anunció en menos de 24 horas que sería el dueño del banquillo del Getafe. Sonó pero de verdad, fuerte. Sólo una vez y con contundencia. Sonó para volver, para iniciar un reto mayúsculo, que no es otro que sustituir al que probablemente ha sido el mejor entrenador de la historia del cuadro azulón. Lo intentará con un estilo opuesto. La apuesta, es grande.