Madrid tiene un importante pasado medieval repleto de secretos y aventuras
Dragones, murallas de fuego, gatos escalando murallas e intrépidos viajeros protagonizan estas leyendas
JUAN SOLA
Madrid está repleta de misterios, leyendas y relatos que han ido viajando a través de los años y que han dotado a la ciudad de un fantástico pasado.
La Edad Media fue una época muy importante y simbólica para Madrid y es por eso que existen infinidad de mitos y de historias. Dragones, murallas de fuego, gatos escalando murallas e intrépidos viajeros son los protagonistas de algunas de estas leyendas.
¡Descubrimos seis de estas leyendas mientras repasamos la historia de Madrid!
Los madrileños somos gatos
¿Por qué a los madrileños se les llama ‘gatos’? Para conocer esta historia hay que remontarse a la conquista de la ciudad de Madrid, que sucedió en 1085 por parte de Alfonso VI. Una leyenda de esta época puede darnos la respuesta:
De esta historia deriva el madrileño sobrenombre de 'gato', que es como se conocía tradicionalmente a los madrileños más valientes.
Pero ojo, porque no a todos los que viven en Madrid se les puede llamar por este felino mote, ya que para merecerlo se necesitan una serie de condiciones: que tú hayas nacido en Madrid, que tus padres hayan nacido en Madrid y que tus abuelos también hayan nacido en la capital.
La muralla medieval de Madrid
Durante la época musulmana, la ciudad de Mayrit, que es como se llamaba a Madrid por aquel entonces, estaba rodeada por una imponente muralla. En el Parque del Emir Mohamed podemos descubrir de primera mano algunos restos que han perdurado de esta majestuosa construcción.
Algo curioso de esta muralla es que combina bloques de caliza y de pedernal o sílex, la piedra con la que mejor se hace fuego. Precisamente, el antiguo lema de la ciudad surge a raíz de este material:
'Fui sobre agua edificada' porque en el subsuelo de Madrid había bastantes arroyos y 'mis muros de fuego son' porque, cuando lanzaban flechas, estas provocaban chispas al chocar contra el sílex.
Esta muralla islámica perdió su función en la época medieval porque los cristianos habían construido otra muralla para rodear la ciudad, que había crecido.
Esta nueva muralla tenía una longitud de más de 2 km y abarcaba más de 33 hectáreas, ocho veces más que su predecesora. Además, se estima que podía haber unas 140 torres, una cada 10 o 15 metros, y estaba rodeada por un foso.
La muralla partía del alcázar islámico, iba a la plaza de Isabel II, torcía al sur por la calle de la Escalinata, llegaba a la Puerta de Guadalajara, atravesaba la Cava de San Miguel y después acababa en la cornisa. De hecho, todavía pueden verse algunos restos.
La Virgen de La Almudena
La muralla medieval de Madrid es la protagonista de una famosa leyenda de la capital. Según esta historia, en el 712, los cristianos que estaban en la ciudad escondieron una imagen de la Virgen de la Almudena en la muralla ante la llegada de los musulmanes.
Cuatro siglos después, tras conquistar la ciudad a los musulmanes, Alfonso VI descubrió esta imagen: se desmoronó una parte de la muralla y en un recoveco estaba la patrona de Madrid, con unas velas encendidas.
Sin embargo, esta leyenda tiene más de mito que de verdad, puesto que en el siglo VIII no existía la ciudad, por lo que ni podría haber ni madrileños ni, mucho menos, muralla. Esto se debe a que había que crear una nueva historia para Madrid, de base católica, para que la ciudad fuera la capital defensora de la fe.
Una campana que se mueve sola
En pleno Madrid de los Austrias está la plaza de la Paja, una de las zonas más populares del barrio de La Latina. Esta plaza era el centro neurálgico de la villa en la Edad Media (algo parecido a la actual Puerta del Sol), junto a una de las sus entradas principales.
En los siglos XIII y XIV fue la plaza más importante y espaciosa de la ciudad, un lugar de recreo en el que también estaba el gran mercado de Madrid. Sin embargo, entró en decadencia a partir del siglo XV, cuando el rey Juan II de Castilla mandó construir la plaza del Arrabal (precedente de la Plaza Mayor), a donde se desplazó la actividad comercial.
Entre otros edificios de relevancia, aquí se encuentra la iglesia de San Pedro el Viejo y su torre mudéjar. Según cuentan las crónicas antiguas, la primera campana de su torre se colocó sola, ¡sin ayuda humana!
La leyenda narra que, cuando los hombres cargaban con ella para subirla a la torre, la campana se quedó atascada. Incapaces de moverla, decidieron volver al día siguiente. Su asombro fue enorme cuando volvieron: la campana lucía en su lugar.
El Marco Polo madrileño
La vida de Ruy González de Clavijo bien podría dar para una serie, una serie de muchas temporadas y más capítulos. Y es que las aventuras que vivió y los viajes que realizó le valen de sobra el sobrenombre de ‘el Marco Polo madrileño’.
Este vecino de la ‘villa’ fue embajador del rey castellano Enrique III, que le encomendó la tarea de establecer una embajada en la corte de Tamerlán, uno de los hombres más poderosos del mundo a finales del siglo XIV.
González de Clavijo partió del Puerto de Santa María (Cádiz) el 22 de mayo de 1403 en compañía de un fraile y un escudero. Tras pasar por Rodas (en el mar Egeo), Constantinopla y Trebisonda, siguió su viaje a través de los actuales Turquía, Irak e Irán. Y ahí no quedó el asunto: se adentró en el actual Uzbekistán, en cuya capital Samarcanda, estaba la corte de Tamerlán.
A su vuelta, sirvió al rey y murió en Madrid. Fue enterrado en la antigua iglesia de San Francisco el Grande y su casa se encontraba al lado de la plaza de la Paja.
Un dragón en el escudo de Madrid
Seguro que todos conocen a la osa rampante y el madroño que aparecen en el escudo de Madrid. Pero… ¿Sabías que compartieron espacio con un animal mitológico? Nada más y nada menos que un dragón.
Este animal fantástico (algunos dicen que se trataba de un grifo: la parte superior del cuerpo de águila y la inferior de león) se asoció con la ciudad durante tres siglos.
La historia se remonta a un relato del humanista y cronista de Madrid Juan López de Hoyos, que en 1569 afirmó que, al derribar la muralla de Puerta Cerrada, se encontró una piedra con un dragón grabado sobre una dovela de la puerta.
“Por desembarazar la Puerta Cerrada, derribaron, y estaba en lo más alto de la Puerta, en el lienzo de la muralla labrado en piedra berroqueña, un espantable y fiero dragón, el cual traían los griegos por armas y las usaban en sus banderas”.
La narración fue cobrando fama y, en 1850, las Cortes decidieron incorporar el dragón al escudo de la capital. De hecho, incluso llegó a acompañar a la diosa Cibeles y de su boca salía agua para que los madrileños pudieran llenar sus cántaros.
Sin embargo, en 1967, tras un informe de la Real Academia de la Historia, se consensuó que la presencia del dragón no estaba justificada históricamente y se procedió a su retirada. Aun así, todavía se pueden ver repartidos por la ciudad algunos escudos con la osa y el dragón de acompañante.