Madrid, historia de una expansión
Desde su su origen islámico como fortaleza defensiva a la extensa maraña de calles que conocemos en la actualidad, Madrid se ha ido configurando a lo largo de siglos de crecimiento.
Con más de 3.000.000 millones de habitantes, Madrid es una de las ciudades más grandes de toda Europa. Además, es una de las urbes del mundo que mayor número de turistas recibe cada año, atraídos por la belleza arquitectónica del Madrid de los Austrias, su ambiente castizo, sus bares y por emblemáticos enclaves como el Barrio de las Letras, la Plaza Mayor, la Puerta del Sol o el parque de El Retiro.
La capital española también es un importante centro cultural a nivel mundial, donde destaca el Museo del Prado, una de las pinacotecas más visitadas. De igual manera, Madrid también se erige como el mayor centro industrial y empresarial de España.
En resumen, Madrid es una ciudad cosmopolita, una extensa metrópolis que ha ido configurando su forma a lo largo de los siglos. ¿Pero cómo ha sido ese proceso? ¿Por qué la ciudad creció así y no de otra manera? Desde el primigenio asentamiento islámico a la inmensa maraña de calles, edificios, plazas, parques y monumentos que configura el Madrid que hoy en día todos conocemos. Un repaso por la “creciente” historia de la Villa y Corte.
El nacimiento de la ciudad: el Madrid andalusí
Originariamente, Madrid fue un asentamiento árabe que mandó construir el emir omeya de Al-Ándalus Muhammad I en torno al año 850. Su privilegiada situación geográfica y la abundancia de agua fueron motivos claves para que la cultura andalusí floreciera en la Comunidad de Madrid.
Mayrit, o Magerit, el embrión de la actual Madrid, nació como una fortaleza que se creó para frenar el constante deseo de expandirse de Toledo, que hasta la época visigoda había sido la capital del reino. Para mantener controlado a Toledo y frenar las incursiones de los reinos cristianos del norte, Muhammad I ordenó levantar una serie de fortalezas en la Marca Media, una tierra de nadie situada entre los territorios cristiano y árabe. Entre estas edificaciones estaba el alcázar, junto a la ciudadela militar que le proporcionaba servicio, que más tarde se convertiría en Madrid.
El emplazamiento de Mayrit, además de sus ventajas estratégicas y militares, contaba con las condiciones geográficas óptimas: se situaba en lo alto de una colina, perfectamente defendible por las grandes vaguadas que la rodeaban, y muy cerca de un río (el río Manzanares, por entonces llamado Guadarrama), pero a la suficiente distancia para que no causara problemas de salubridad y de inundaciones.
Este antiguo alcázar se encontraba en el mismo terreno en el que hoy en día se levanta el Palacio Real de Madrid. De lo que sí que se conservan restos es de la antigua muralla árabe de la ciudad, situados cerca de la catedral de la Almudena.
El Madrid musulmán presentaba dos áreas urbanas bien diferenciadas. Por un lado, se encontraba la fortaleza y el barrio noble, ubicados en la almudaina, y, por otro, los dos barrios residenciales con que contaba entonces la ciudad o medina: uno poblado por musulmanes y el otro por cristianos.
El Madrid de los 'gatos'
En el año 1085, el rey Alfonso VI conquistó la ciudad de Madrid. De esta época proviene la historia a partir de la cual deriva el madrileño sobrenombre de 'gato', que es como se conocía tradicionalmente a los madrileños más valientes. La historia, más leyenda que otra cosa, dice así:
Sin embargo, no a todos los que viven en Madrid se les puede llamar por este felino mote. Para merecerlo se necesitan una serie de condiciones: que tú hayas nacido en Madrid, que tus padres hayan nacido en Madrid y que tus abuelos también hayan nacido en la capital.
Una vez que la villa pasó a la Corona de Castilla, se construyó una ampliación del primitivo recinto amurallado para dar cabida a los nuevos barrios. Tras las obras, la muralla cristiana de Madrid protegía una extensión de algo más de 33 hectáreas, un espacio ocho veces mayor que comprendido dentro de la inicial muralla musulmana.
La nueva muralla tenía una longitud aproximada de 2.200 metros y se estima que contaba con entre 130 y 140 torres, una cada unos 10 o 15 metros. Además, estaba rodeada de un foso exterior en la mayor parte de su perímetro, que podemos conocer gracias a la toponimia de algunas vías madrileñas, como es el caso de las calles de la Cava Alta, de la Cava Baja o de la Cava de San Miguel, que fueron trazadas sobre este foso o cava una vez que fue cegado.
Una ciudad en expansión
Desde el siglo IX la Villa de Madrid ya experimentó un crecimiento paulatino a lo largo de los años. Aunque todavía era una ciudad pequeña, tenía su importancia entre las urbes castellanas medievales. De hecho, era uno de los diecisiete lugares con voto en Cortes. Este crecimiento, que tenía lugar hacia el este, aumentó la superficie habitada hasta llegar a desbordar los límites de la muralla.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XV se incrementó la población de manera considerable, pasando de 5.000 a unos 12.000 habitantes en los comienzos del XVI. Para dar cabida a esa nueva población, se creó una cerca llamada del Arrabal, que encerró las tierras que a partir del siglo XII se fueron poblando en las afueras del recinto cristiano.
La cerca del Arrabal se construyó con fines fundamentalmente administrativos e higiénicos, debido a una gran epidemia de peste. Dentro de esta cerca se encontraba la llamada Plaza del Arrabal, que anteriormente había sido la laguna de Luján y más tarde pasaría a ser, tras sucesivas reformas, la Plaza Mayor de Madrid.
Madrid capital del imperio
Si algo hizo de Madrid la ciudad que es hoy fue la llegada de los Austrias y su corte real, convirtiéndola en la capital del reino. Miles de personas llegaron para instalarse y fueron testigo de algunos de los cambios sociales y urbanísticos más importantes de su historia.
Con Carlos I la ciudad ya fue ganando importancia, pero fue su hijo, Felipe II, quien decidió establecer la capital del reino en Madrid en 1561. El Madrid de Felipe II era una villa de apenas 15.000 habitantes. Una pequeña ciudad que comenzó a crecer de modo exponencial desde el momento en que se convirtió en la sede de la poderosa corte.
La llegada de la Corte a la Villa trajo consigo un progresivo florecimiento de nuevos establecimientos, sobre todo conventuales y hospitalarios, que acompañaron al crecimiento de la ciudad y que se situaron en los espacios limítrofes del arrabal y en los exteriores de la ciudad. Los conventos de San Jerónimo el Real y Nuestra Señora de Atocha destacaron en este sentido.
Ante el crecimiento de la ciudad, en 1566 Felipe II ordenó construir una nueva cerca para el control fiscal y sanitario que abarcaba una superficie de 125 hectáreas y contaba con ocho puertas y postigos de acceso.
La cerca de Felipe IV
Durante el reinado de Felipe IV la población se triplicó con respecto a la época de su abuelo, Felipe II. Debido a este crecimiento poblacional fue necesario ampliar los límites de Madrid y construir una nueva cerca que sustituyera a las anteriores, las de Felipe II y del Arrabal, que habían sido desbordadas.
La nueva cerca, llamada de Felipe IV o Real Cerca de Felipe IV, rodeó la ciudad de Madrid entre 1625 y 1868. Al igual que ocurría con las anteriores, no se trataba de un muro defensivo, sino que tenía fundamentalmente un carácter fiscal y de vigilancia. Con su construcción se buscaba controlar el acceso de mercancías a la ciudad, así como asegurar el cobro de impuestos y vigilar quién entraba y salía de la ciudad.
La Real Cerca de Felipe IV llegó a medir más de 13 km y los materiales que se emplearon en su construcción fueron el ladrillo, la argamasa y la tierra.
Los ensanches expanden Madrid
Durante la primera mitad del siglo XIX Madrid era una ciudad en desarrollo. El ferrocarril había llegado a la capital y el Canal de Isabel II aseguraba un suministro de agua impensable hasta el momento y que el agua pudiera empezar a llegar directamente a las casas.
Estos avances propiciaron que el número de habitantes creciera considerablemente. Pero, para poder acoger a todas estas personas, era necesario que la ciudad se expandiera en busca de nuevos lugares de trabajo y viviendas. Madrid emprendió entonces una serie de reformas urbanísticas que se encargaron de buscar estos espacios.
Acorde con los nuevos tiempos de industrialización y desarrollo, se planteó entonces un proyecto de ciudad moderna al estilo de otras grandes urbes europeas. En vistas a planificar el futuro de la ciudad se tenía en mente un crecimiento racionalizado del espacio, una mejora de la salud pública y la urbanización de nuevas zonas, lo que dio lugar a la aparición de barrios como Salamanca, Chamberí o Argüelles.
Hacia 1860 se produjo el primer crecimiento significativo de Madrid, gracias a la aprobación del Plan Castro y a la puesta en práctica de los Ensanches. El primer paso para favorecer este crecimiento fue la demolición de la cerca de Felipe IV, que durante más de doscientos años había hacinado a la población en su interior.
El resultado de este ambicioso proyecto urbanístico se dejó notar rápidamente: el espacio urbano de Madrid pasó de las 800 hectáreas que tenía en 1850 a más de 2.000 a finales de siglo. Además, el Plan Castro pretendía crear una nueva ciudad combinando objetivos urbanísticos y sociales:
- Mejorar la calidad de vida de los habitantes.
- Redimensionar el espacio urbano.
- Integrar infraestructuras en la ciudad.
- Mejorar y favorecer el desarrollo industrial para lograr una ciudad más competitiva.
- Conservar los paseos y caminos existentes, en especial el arbolado.
- El trazado de calles rectas en las que se intercalaran plazas y parques.
- Prolongar el trazado de las calles y vías para facilitar la comunicación entre los barrios.
El Plan Castro, además de triplicar el tamaño de Madrid en tan solo cincuenta años, también permitió un asombroso crecimiento de la población: de 270.000 habitantes con los que contaba en 1860 a unos 470.000 en 1880.
Los cinturones de circunvalación
No fue hasta la ejecución del Plan Castro cuando el primer cinturón de circunvalación de la ciudad quedó delimitado, encerrando la zona que ocupa el que, a día de hoy, se puede considerar el casco histórico de Madrid (distrito Centro).
Este cinturón, también llamado M-10, sigue aproximadamente lo que en su día fue la cerca de Felipe IV. Sin embargo, cada uno de sus tramos tiene un origen diverso, por lo que, para la mayor parte de los habitantes de la ciudad, tiene mayor entidad cada una de sus partes: el eje Prado-Recoletos, las Rondas y los Bulevares.
El proyecto de ensanche de Madrid planteaba originalmente un gran vial de circunvalación denominado paseo de Ronda, que marcaría el límite del nuevo desarrollo urbano de la ciudad y que serviría a su vez como área de esparcimiento y ocio, además de servicios, para los vecinos de la nueva urbe.
Este gran vial de circunvalación fue el segundo cinturón de la ciudad, considerado como M-20. Comprende las actuales calles de San Francisco de Sales, General Ibáñez de Íbero, avenida de la Reina Victoria, Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela, Doctor Esquerdo, Pedro Bosch y avenida del Planetario.
No obstante, el rápido desarrollo de arrabales a finales del s. XIX fuera de dicho recinto produjeron un desigual e irregular desarrollo urbano del ensanche. Crecieron los barrios de Tetuán, Prosperidad y Guindalera, entre otros. De igual manera, también fue veloz el desarrollo de las nuevas instalaciones ferroviarias e industriales entre el casco histórico de la ciudad y el río Manzanares.
De este modo, el trazado de dicho paseo de Ronda siguió en buena medida el plan original especialmente en su zona norte y oeste (entre Cuatro Caminos y Pacífico), pero se desdibujó y no presentó un recorrido del todo continuo y coherente conforme se acercaba al río Manzanares.
Ya entrado el siglo XX se proyectó crear un tercer anillo de circunvalación en torno a la ciudad. No obstante, no existió un proyecto oficial hasta la aparición en escena del Plan General de Ordenación Urbana (Plan Bidagor, en honor al urbanista Pedro Bidagor Lasarte), aprobado en 1946.
El Plan Bidagor se basó en los estudios anteriores a la Guerra Civil y preveía la construcción de dos anillos exteriores de circulación, el primero de los cuales sería la M-30. Este cinturón recorría los cascos urbanos de las poblaciones limítrofes con Madrid (municipios que fue anexionando la capital conforme iba creciendo; trece entre 1947 y 1954).
Estas nuevas áreas residenciales creadas sobre antiguo suelo agrícola en un origen fueron barrios de chabolas que posteriormente fueron reedificados. Es el caso de El Pozo del Tío Raimundo o zonas de planificación de los años 1950, como San Blas.
Mucho más actuales son el cuarto y el quinto cinturón de circunvalación, que se construyeron, al igual que los anteriores, según iba creciendo la ciudad de tamaño.
La autopista M-40 es el teórico cuarto cinturón de circunvalación de Madrid y circunvala los nuevos barrios, así como otras localidades de la Comunidad. Las obras comenzaron en 1987 y finalizaron en 1996. La M-50 sería el quinto cinturón de circunvalación, que comenzó a construirse en 1990, aunque este cinturón no cierra por el norte, en la zona de El Pardo.
Los PAU, lo último en crecimiento
La última versión del crecimiento de Madrid son los denominados PAU (Programas de Actuación Urbanística), que han supuesto la ordenación y urbanización de terrenos clasificados como suelo urbanizable no programado.
Gracias a los PAU han surgido nuevos barrios, como los de Las Tablas, Montecarmelo o Sanchinarro, en el norte, que cuentan con una importante densidad de población. Pero también encontramos PAU en otras zonas, como los de Vallecas o Carabanchel, que comenzaron a planificarse a partir de 1997 y que ya están prácticamente acabados.
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