Vídeo: REDACCIÓN | Foto:Telemadrid
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En la década de los 60, comenzó la divulgación de una campaña para que Madrid construyera un nuevo mirador. Se animó a arquitectos y estudiantes a presentar sus proyectos e ideas para la construcción de una nueva estructura. Una idea que concordaba con la tendencia europeísta de construir edificios altos.

La convocatoria fue un éxito. De todas las ideas presentadas la que más llamó la atención fue la del arquitecto Casto Fernández Shaw. El madrileño dejó boquiabiertos a todos. Propuso erigir una torre de 500 metros de altura, con 330 de diámetro en la base y un kilómetro de circunferencia desarrollada.

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En su interior, pretendía colocar un campo de fútbol. Un piso más arriba, una pista para competiciones deportivas. Además, contaría con una sala de cine, otra para conciertos y una piscina. Y en la zona más elevada, un restaurante y terrazas a las que se podría llegar en coche.

La capacidad de la estructura estaba al mismo nivel que su altura. El arquitecto propuso un aforo de 45.000 personas en el estadio y en su totalidad podría albergar hasta 100.000. Este proyecto se calificó de "muy urgente" dada la envergadura y de las posibilidades que podía ofrecer a una ciudad como Madrid.

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Sin lugar a dudas, un proyecto faraónico que hubiera cambiado a la capital por completo. Ya no por construir un edificio de semejante envergadura en un espacio natural como es la Casa de Campo, sino por su necesidad. ¿Realmente era necesario? El tiempo ha dado la razón y ha dicho que no.