¿Por qué el agua de Madrid es tan buena?
Los madrileños no nos cansamos de repetir que tenemos el mejor agua de grifo del mundo. ¿Realmente es de tan buena calidad?
El parque de El Retiro, la fuente de Cibeles, el Museo del Prado, la Puerta del Sol, Gran Vía... Madrid esconde entre sus calles infinidad de lugares icónicos que la convierten en una ciudad emblemática y cosmopolita capaz de atraer cada año a infinidad de visitantes.
Pero si le preguntamos a sus habitantes, seguro que destacan un elemento por encima del resto. Un bien del que están orgullosos y que señalan como el mejor de la ciudad: su agua. Si de algo tiene fama Madrid es de la calidad de su agua. Un punto en el que no solo coinciden los madrileños, sino todo aquel que la prueba.
¿Por qué es tan buena el agua de Madrid?
Según un estudio realizado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), el agua de Madrid está entre las cinco mejores aguas de las capitales de España. Un bien que los madrileños pueden disfrutar gracias al Canal de Isabel II, bebiéndola del grifo de casa o en alguna de las cerca de 2.000 fuentes que hay repartidas por toda la ciudad.
Y es que varios estudios han demostrado que el agua de grifo de Madrid es una de las mejores de España, no solo por su sabor, sino también por sus propiedades. Dos factores en los que influye directamente su origen en la sierra, ya que las mejores aguas, en cuanto a aspecto y sabor (no necesariamente en cuanto a potabilidad) son las que nacen de las montañas.
Prácticamente toda el agua que abastece a Madrid proviene de la sierra. La geografía de esta zona influye en la calidad de sus aguas debido a que el tipo de roca predominante es el granito. Como el granito no se descompone fácilmente con el agua, al filtrarse apenas arrastra sales minerales. Esto no ocurriría con otro tipo de rocas, como la caliza, donde el agua lleva consigo una gran cantidad de materiales.
Exhaustivos controles para asegurar la calidad
Aparte de su procedencia, existe otro motivo que justifica la calidad del agua madrileña: el tratamiento posterior y los exhaustivos controles que realiza el Canal de Isabel II. Los laboratorios del Canal llevan a cabo un análisis cada cinco segundos, en el que llegan a medir hasta 60 parámetros, entre ellos el olor. Si alguno de ellos aparece alterado, lo corrigen antes de que pase al suministro general.
El Canal de Isabel II es el encargado de gestionar el agua madrileña. En sus 13 embalses y más de 70 zonas de captación de agua subterránea ya se establecen controles de calidad, tras lo cual se somete a un tratamiento de potabilización en las diversas estaciones. Un total de 16 laboratorios y 40 estaciones de vigilancia automática velan por la buena calidad del agua.
Un agua que ayuda a los madrileños a ahorrar
La red de distribución del Canal de Isabel II llega a más de 6,5 millones de habitantes. La calidad y el buen sabor de este agua implica que los madrileños apenas consuman agua embotellada: unos 17 litros por persona y año frente a los casi 60 de la media nacional.
Desde el Canal nos recuerdan que este es una medida idónea para evitar el uso y deshecho del plástico de las botellas, además de un ahorro de energía, ya que no hay que cargarla ni almacenarla ni transportarla. Del mismo modo, "un agua como la de Madrid conlleva un menor consumo de detergentes y productos de higiene personal, unos menores tiempos de cocción de los alimentos y una mayor vida media de lavadoras y lavavajillas".
Por otro lado, existe agua embotellada del Canal de Isabel II, pero no se comercializa para no contribuir en el coste energético que supondría su distribución. Solamente se utiliza en casos de emergencia, como cortes de suministro y catástrofes.
¿Qué supuso la construcción del Canal de Isabel II para Madrid?
En el siglo XIX Madrid era una ciudad que no paraba de crecer. En uno pocos años llegó a doblar su población y los Viajes de Agua no tenían la capacidad suficiente para satisfacer toda la demanda de agua que necesitaban los habitantes. De hecho, debido a este problema de abastecimiento, la ciudad no podía seguir expandiéndose.
Para resolver este problema se decidió traer agua desde los ríos de la zona hasta la capital. El Manzanares se descartó debido a su bajo caudal y a sus escasas aportaciones en verano, y el río Lozoya fue el elegido por los arquitectos Juan Rafo y Juan de Ribera.
Para poder transportar el agua desde este río situado en la sierra a Madrid, el Canal tenía que recorrer 70 kilómetros atravesando valles y montañas. Para salvar todos estos obstáculos orográficos fueron necesarias importantes construcciones como acueductos, sifones y galerías en mina.
El 24 de junio de 1858 llegó el agua del Canal de Isabel II a Madrid y se inauguraron las obras por todo lo alto. Cerca de la plaza de san Bernardo se construyó una fuente para la ocasión de la que salía un chorro de agua de 30 metros de altura. Esto dejó sorprendido a todo el mundo y los cronistas de los periódicos lo describieron como "un río puesto en pie".
La construcción del Canal supuso todo un cambio para la ciudad: mientras que la aportación de los Viajes de Agua era de unos 20 litros por segundo, las nuevas infraestructuras traían unos 4.000 litros por segundo. El agua llegaba a Madrid al primer depósito del Canal y, desde allí, arrancaba la red de distribución.
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