El impensable crecimiento de Madrid en solo 50 años
Durante la primera mitad del siglo XIX Madrid era una ciudad en desarrollo. El Plan Castro proyectó un crecimiento ordenado y racionalizado de la ciudad, que a finales de siglo logró triplicar su tamaño y doblar su población
Juan Sola
Durante la primera mitad del siglo XIX Madrid era una ciudad en desarrollo. El ferrocarril había llegado a la capital y el Canal de Isabel II aseguraba un suministro de agua impensable hasta el momento y que el agua pudiera empezar a llegar directamente a las casas.
Estos avances propiciaron que el número de habitantes creciera considerablemente. Pero, para poder acoger a todas estas personas, era necesario que la ciudad creciera en busca de nuevos lugares de trabajo y viviendas. Madrid emprendió entonces una serie de reformas urbanísticas se encargaron de buscar estos espacios.
Acorde con los nuevos tiempos de industrialización y desarrollo, se planteó entonces un proyecto de ciudad moderna al estilo de otras grandes urbes europeas. En vistas a planificar el futuro de la ciudad, se tenía en mente un crecimiento racionalizado del espacio, una mejora de la salud pública y la urbanización de nuevas zonas, lo que dio lugar a la aparición de barrios como Salamanca, Chamberí o Argüelles.
Todos estaban de acuerdo en que Madrid necesitaba un cambio, pero hubo divisiones en la manera de acometerlo: unos querían una ciudad que creciese más allá de la cerca y otros preferían una reforma del casco urbano, lo que pensaban que mejoraría su posición económica y comercial.
Se acabó optando por la segunda opción y el 8 de abril de 1857 la reina Isabel II autorizó mediante un Real Decreto, al Ministro de Fomento Claudio Moyano a que formulara un proyecto de Ensanche de Madrid, cuya realización se encargó ese mismo año al ingeniero de caminos y arquitecto Carlos María de Castro.
El 19 de julio de 1860 finalmente se aprobó el "Anteproyecto de Ensanche de Madrid" a través de otro Real Decreto, dando lugar al conocido Plan Castro.
El fin de la cerca de Felipe IV
El Plan Castro proponía la expansión de la ciudad por el norte, el este y el sur de la ciudad en forma de cuadrícula. El crecimiento por el oeste no se contempló y tuvo que esperar debido a que en esta zona estaban el río Manzanares y Casa de Campo, que pertenecía a la Corona.
La primera obra que se llevó a cabo fue el derribo de la cerca de Felipe IV, construida en 1625 y que carecía de carácter defensivo, ya que su función era de control fiscal y administrativo y marcaba a partir de qué punto no debía seguir la ciudad. Sin la constricción de la cerca, Madrid pudo crecer y expandirse.
El resultado de este ambicioso proyecto urbanístico se dejó notar rápidamente: el espacio urbano de Madrid pasó de las 800 hectáreas que tenía en 1850 a más de 2.000 a finales de siglo. Además, el Plan Castro pretendía crear una nueva ciudad combinando objetivos urbanísticos y sociales:
Mejorar la calidad de vida de los habitantes.
Redimensionar el espacio urbano.
Integrar infraestructuras en la ciudad.
Mejorar y favorecer el desarrollo industrial para lograr una ciudad más competitiva.
Conservar los paseos y caminos existentes, en especial el arbolado.
El trazado de calles rectas en las que se intercalaran plazas y parques.
Prolongar el trazado de las calles y vías para facilitar la comunicación entre los barrios.
Para poder lograr estas mejoras en el paisaje urbano se siguieron una serie de medidas ordenadas que respondían a una proyección racionalizada. Por ejemplo, la dirección de las calles se diseñó para resguardecerlas de los vientos. Como los vientos dominantes en Madrid son de trayectoria NE (noreste) a SO (suroeste), las calles se trazaron en sentido NS (norte-sur) y EO (este-oeste).
Otros de los pasos coherentes que se siguieron para lograr la modernización de la ciudad fueron:
Se impuso un tipo de manzana regular con un gran patio interior que favoreciera la ventilación y la iluminación de las viviendas.
Calles paralelas y transversales con numerosos espacios abiertos.
Tres tipos de calles organizadas según sus dimensiones: las de primer orden (30 metros de ancho), las de segundo orden (20 m) y las de tercer orden (15 m).
Mejorar la calidad del aire y las condiciones higiénicas gracias a plazas con jardines y zonas abiertas.
Grandes edificios públicos.
Un alcantarillado visitable y la conducción del agua potable por encima de este alcantarillado.
Una ciudad en constante expansión
El proyecto del Ensanche de Madrid se llevó a cabo con una previsión de los siguientes 100 años. Si en 1860 la ciudad contaba con algo más de 270.000 habitantes, se estimaba que en 1960 doblara la población y alcanzara los 450.000.
Sin embargo, estas cifras quedaron muy por debajo de la realidad: en 1880, solo treinta años después de autorizarse el plan urbanístico, Madrid ya había superado esa cantidad de población y contaba con unos 470.000 habitantes. De hecho, ¡en 1960 se colocó por encima de los 2.000.000! Y es que a medida que iba creciendo, la capital fue anexionando municipios, trece entre 1947 y 1954.
Y no solo creció demográficamente, sino también en terreno, ya que pasó de de tener 777 hectáreas en 1850 a 2.294 a finales del siglo XIX. ¡Un proyecto que triplicó el tamaño de Madrid!
A raíz de las tendencias que se observaban en el crecimiento demográfico de los nuevos ensanches de la ciudad, Castro estableció una zonificación de los mismos, estableciendo un uso determinado en cada uno de ellos.
Argüelles sería una zona de equipamientos militares.
El norte de Malasaña una zona industrial.
El entorno de la Castellana estaría destinado a la aristocracia.
Salamanca un barrio de clase media.
La zona de Ibiza un espacio para la clase obrera.
Siguiendo el Retiro habría una zona de esparcimiento y recreo, con hipódromo y plaza de toros.
Toda la zona sur estaría destinada a usos mercantiles (Atocha-Delicias) y agrícolas (Arganzuela).
Un proyecto inconcluso
A pesar de las mejoras que proponía el Plan Castro, la urbanización de las nuevas zonas sufrió ataques desde el comienzo por los propietarios de los núcleos de edificación ya existentes, como Chamberí o Peñuelas.
Además, estuvo sometido desde sus inicios a las fuertes presiones especulativas y a intereses económicos, por lo que el proyecto de ensanche se vio inmerso en un continuo proceso de cambios y modificaciones que afectaron a su ordenación y normativa.
La disminución del ancho de las calles, la progresiva elevación de las alturas de los edificios y el incremento paulatino de la ocupación de las manzanas, unido a la contrucción sobre zonas verdes y otros espacios previstos para equipamientos, dio como resultado áreas altamente densificados alejadas de los principios higienistas que proponía el Plan Castro. Solo algunos barrios, como el de Salamanca, promovido por el Marqués de Salamanca, se acercaron a las pretensiones de un proyecto que pretendía dar un nuevo aire a la ciudad.