La leyenda de la bóveda plana del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Entre los monumentales rincones del monasterio se esconden infinidad de historias
El arquitecto Juan de Herrera tiró de ingenio para demostrar que su bóveda se sostenía
La construcción del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial supuso una faraónica obra de arquitectura. Durante los 21 años que duraron los trabajos (de 1563 a 1584), se requirió la tecnología más avanzada de la época y, por este enclave de la Sierra de Guadarrama, pasaron algunos de los más afamados constructores e ingenieros.
El monasterio es considerado como una de las obras arquitectónicas renacentistas más singulares de Europa. Una arquitectura que marcó el cambio del estilo plateresco renacentista a un clasicismo desornamentado. Y entre sus monumentales rincones se esconden infinidad de historias.
Una de esas historias es la de la bóveda plana de Juan de Herrera, una proeza que no solo reta las leyes de la gravedad, sino que las supera. Para encontrarnos con ella nos tenemos que dirigir a la entrada de la basílica, en el sotacoro, nada más cruzar el Patio de los Reyes.
¿Cómo funciona la bóveda?
El diseño de Juan de Herrera distribuye el peso en ocho anillos concéntricos de piezas que actúan como cuñas. De hecho, si quitamos los anillos de dentro hacia fuera, la bóveda no se cae.
¿Por qué se construyó?
Felipe II puso como condición que el coro de los monjes estuviera a los pies de la basílica. Sin embargo, el proyecto inicial de la obra no acabó siendo el definitivo y, aunque el diseño de la planta no cambió, sí que lo hizo el alzado.
El monasterio estaba pensado para que en él habitara una comunidad de 50 monjes Jerónimos, pero el rey decidió aumentar el número: el edificio debía acoger a 100 monjes. Una decisión que obligó a modificar las dimensiones del monasterio, que terminó siendo mucho más alto de lo previsto.
Ante las nuevas dimensiones fue necesario elevar el altar mayor y reducir la altura del coro para que la perspectiva fuera la correcta y los monjes pudiesen ver correctamente el retablo. Así, Juan de Herrera decidió que la mejor manera de llevarlo a cabo era reducir el espesor del suelo del coro y construir la maravillosa bóveda plana.
"Herrera, Herrera, con el Rey no se juega"
Según cuenta la leyenda, el propio Felipe II tuvo una discusión con Juan de Herrera sobre si la bóveda plana sería capaz de soportar el peso: el arquitecto defendía que sí, pero el rey lo ponía en duda, por lo que le mandó colocar una columna central.
Seguro de que sus cálculos eran correctos, Herrera colocó un pilar falso para hacer creer al rey que la bóveda se sostenía sobre él: entonces pasó un papel entre la columna y la bóveda demostrando que se aguantaba por sí misma. Ante la treta de su arquitecto, Felipe II exclamó, entre jocoso y reprendiéndole: “Herrera, Herrera, con el Rey no se juega”.
Otra versión de la misma leyenda cuenta que Juan de Herrera colocó una columna falsa de cartón como soporte para la bóveda, columna que disgustaba al rey porque entorpecía la visión de la basílica desde el exterior. Juan de Herrera la derribó de un manotazo y todos huyeron menos Felipe II, que soltó su ya mencionado dicho.
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