Un mapa para recorrer las huellas que la Guerra Civil dejó en Madrid
Miles de soldados combatieron en lugares por los que hoy pasamos a diario sin darnos cuenta
Ciudad Universitaria, Casa de Campo o el Parque del Oeste fueron algunos de los campos de batalla
La Guerra Civil explotó con crueldad en Madrid y dejó marcas imborrables en lugares por los que hoy pasamos a diario sin darnos cuenta. Durante los tres años que duró la contienda (1936-1939), miles de soldados se enfrentaron fratricidamente y dejaron, tanto en la ciudad de Madrid como en el resto de la Comunidad, construcciones y fortificaciones defensivas.
La Sierra de Guadarrama, el Frente del Agua o las batallas del Jarama y de Brunete son solo algunos de los escenarios de la guerra que se encuentran en territorio madrileño. Y en la capital no fueron menores ni en número ni en violencia… Os proponemos un recorrido por los lugares de la capital que vivieron en primera persona los sangrientos combates.
El frente de Ciudad Universitaria
A partir de noviembre de 1936 Ciudad Universitaria cambió los libros y las clases por los fusiles y la guerra. El día 15 de dicho mes comenzó la llamada ‘batalla de la Ciudad Universitaria de Madrid’, un sangriento enfrentamiento que duró aproximadamente una semana (hasta el 23, más o menos), momento en el que el frente quedó prácticamente estable hasta el final de la Guerra Civil.
Tras unos duros combates, las tropas franquistas logran atravesar el río Manzanares y pernoctan en la Escuela de Arquitectura. Al día siguiente, el 16 de noviembre, es cuando realmente empieza la batalla: los republicanos empezaron a mandar refuerzos e, instalados en las facultades de Farmacia, Medicina y Odontología, establecieron un cordón defensivo que logró detener el avance de las tropas sublevadas.
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Cuando las fuerzas franquistas se dieron cuenta de que no podían entrar rápidamente en la ciudad tal y como habían planeado, cambiaron la estrategia y se instalaron a la defensiva. El resultado fue el de un frente consolidado, con numerosas trincheras y batallas al estilo de las de la Primera Guerra Mundial. Además de iniciarse una guerra de minas: cavar un túnel hasta los cimientos de un edificio, cebarlos con dinamita y volarlos.
De esta tremenda batalla, en muchos casos cuerpo a cuerpo, todavía pueden verse numerosos restos en los muros bajos de los edificios de la zona. Impactos de proyectiles de todo tipo, desde ráfagas de ametralladora a multitud de pequeños impactos causados por balas de fusil. Sin embargo, muchos de los campos de batalla desaparecieron al reconstruir las facultades y a los nuevos planes urbanísticos de la zona.
El Parque del Oeste: lo más parecido al infierno
El Parque del Oeste es uno de los lugares más idílicos de Madrid, pero durante la Guerra Civil se convirtió en el escenario de cruentos enfrentamientos y en uno de los frentes más mortíferos de la capital. Poco tiene que ver su aspecto actual con aquel campo de batalla completamente calcinado por la artillería.
Edgar Neville, escritor y director de cine que apoyó al bando franquista, describió en 1939 el tétrico y lúgubre aspecto de la zona: “Los troncos de los árboles del Parque, sin savia ni hojas, llagados de metralla, tomaban formas humanas, formas torturadas de muertos clavados en la tierra”.
La zona del parque que linda con la actual avenida Séneca era una de las posiciones más adelantadas del frente franquista, una compleja red de trincheras que miraba a la ciudad y que servían para conectar el Hospital Clínico y el río Manzanares.
Para defender estas trincheras se construyeron 15 fortines de hormigón en forma de torres, con una abertura para introducir una ametralladora. Solo quedan tres en pie y, en uno de ellos, todavía se puede apreciar la inscripción que realizó la unidad del ejército nacional que se encargó de construirlas: “Zapadores número 7”.
Del Cerro Garabitas a Gran Vía
Con 677 metros de cota, el Cerro Garabitas es uno de los puntos más elevados de Casa de Campo. Es por eso que este fue el lugar elegido para situar las baterías de artillería franquista que bombardeaban constantemente Madrid.
Durante todo el periodo de la contienda, las tropas republicanas trataron infructuosamente de tomar la posición para detener los bombardeos.
La Gran Vía fue uno de los objetivos preferidos por la artillería. De hecho, llegó a ser conocida como “la avenida de los obuses”. Y más en concreto el Edificio de Telefónica, lugar en el que se alojaron numerosos reporteros internacionales y en cuya azotea había un puesto de observación republicano.
¿Cómo se protegieron los monumentos de los bombardeos?
La emblemática Puerta de Alcalá ha recibido numerosas heridas a lo largo de su historia. En 1808 recibió los disparos de las tropas napoleónicas, que trataban de detener el levantamiento en armas del pueblo de Madrid. Y durante la Guerra Civil no sufrió menos: la majestuosidad de sus arcos y columnas recibieron en sus propias carnes los impactos de la metralla. Huellas que las posteriores restauraciones han querido conservar como recuerdo de nuestra historia.
Y este no fue el único monumento o edificio histórico de la ciudad que experimentó la crueldad de la Guerra Civil. El Palacio de Torrecilla, por ejemplo, fue destruido y de él solo quedó en pie la fachada. O la fuente de Cibeles, a la que un fuerte bombardeo sobre Banco España y el Palacio de Cibeles dañó en la cara, el brazo y uno de los leones, que quedó sin el morro.
Para defender el patrimonio monumental madrileño, las autoridades republicanas crearon, ya en abril de 1937, el Comité de Reconstrucción, Reforma y Saneamiento de la Ciudad de Madrid. Entre sus múltiples funciones estaban las de garantizar el suministro de agua y electricidad, las labores de desescombro, la protección y el socorro en el caso de los bombardeos o la prevención de enfermedades y epidemias, algo muy frecuente en un núcleo de población durante un conflicto.
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Los sacos terreros se amontonaron apoyados en las fachadas de edificios históricos (como el de Torrecilla, gracias a lo cual se salvó la fachada) y esculturas y fuentes (Cibeles, Apolo, Neptuno, las estatuas de Felipe III y Felipe IV, etc.) se rodearon con muros de ladrillos rellenos de tierra y cubiertos, también, de sacos terreros.
Un búnker escondido bajo el Parque de El Capricho
Los continuos bombardeos obligaron al Cuartel General del Ejército Republicano del Centro a trasladarse. ¿El lugar elegido? Un espacioso búnker escondido bajo el romántico Parque de El Capricho, en la Alameda de Osuna. Este lugar estaba lo suficientemente alejado del centro como para escapar de las bombas, pero al que se podía llegar rápidamente gracias a la calle Alcalá. Además, estaba junto al aeropuerto y a la actual A-2, que comunicaba con Barcelona.
Este búnker recibía el nombre en clave de Posición Jaca y era una de las construcciones militares más importantes de Europa: un espacio de 2.000 metros cuadrados construido a unos 15 metros bajo tierra y que era capaz de resistir bombas de hasta 100 kilos.
La seguridad aquí era extrema, con puertas estancas al estilo de los submarinos y escaleras y pasillos construidos en ángulo recto y en zigzag para minimizar los efectos de la onda expansiva de alguna posible explosión. Además, estaba diseñado específicamente para defenderse de los ataques químicos, con un complejo sistema de ventilación pensado para tales casos.
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Robert Capa y la foto de la casa de Vallecas
En el número 10 de la calle Peironcely, en Entrevías (Vallecas), se encuentra una casa que fue completamente acribillada al poco de comenzar la contienda. Lo mismo ocurrió con otros muchos inmuebles, pero este es especialmente simbólico porque fue inmortalizado por el fotógrafo Robert Capa.
Una fotografía de noviembre de 1936 en la que, frente la fachada de una casa plagada de agujeros de bala, un grupo de niños habla ajeno a la destrucción que les rodea. Una instantánea que se convirtió en un icono de la Guerra Civil.
El Arco de la Victoria
Junto a Moncloa y una de las principales entradas de Madrid (la carretera de La Coruña) se levanta el Arco de la Victoria. Este arco del triunfo de 49 metros de altura se construyó entre 1950 y 1956 para conmemorar la victoria del bando franquista en la Guerra Civil.
La elección de su emplazamiento no es casual: a escasos metros se encontraba el frente de Ciudad Universitaria, escenario de algunas de las principales batallas que se libraron por la defensa de Madrid.
El monumento se encuentra en desuso, y es que muchos desconocen que en el interior de cada uno de los dos prismas que forman el arco hay un vestíbulo de acceso con ascensores y escaleras que conectan con una sala central diseñada para acoger exposiciones, pero que nunca se ha llegado a utilizar.
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