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Un triángulo crujiente relleno de crema, cuya masa se elabora con harina, manteca y vino, y después se fríe. O lo que es lo mismo, el bartolillo. Un postre típico de la Semana Santa madrileña con unos devotos muy fieles.

Aunque es frecuente encontrarlos en los escaparates de las pastelerías más clásicas a lo largo de todo el año, la Semana Santa es su época de mayor consumo.

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El origen de este dulce capricho es incierto, pero su aparición en algunos textos confirma que ya se comían en el Madrid de principios del siglo XIX.

Tan populares eran que aparecen citados nada menos que por Benito Pérez Galdós en su novela ‘Misericordia’ cuando doña Francisca manda a su criada a comprar “gallinas asadas, pescadillas fritas, solomillo, jamón en dulce, huevo hilado y acompañamiento de una docena de bartolillos”.

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El secreto de la masa es trabajarla mucho de tal manera que al freírla obtenga su textura crujiente tan característica. Roberto nos explica que "Hay que dejarla bien finita o bien estirada, para que luego nos salga bien bonita".

La crema pastelera se prepara únicamente con tres ingredientes: "la crema de leche, una buena vainilla natural y mucha yema de huevo" asevera.

De este Obrador de 'El Riojano', al cabo del día, salen en Semana Santa una media de 200 bartolillos diarios, aunque "la festividad es fuerte es el Jueves Santo, Viernes Santo, Domingo de Resurrección..." en estos días la cifra se eleva hasta 300 o 400 bartolillos diarios.