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Un pedacito de la comarca de La Alcarria madrileña, estos días se tiñe de morado como si fuera la Provenza francesa. Lo hace durante un mes y una vez al año. Este momento coincide con la floración de los campos de Pezuela de las Torres.

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El lavandín (la hibridación de lavanda y espliego) inunda los campos y el peculiar color de las flores da lugar a una estampa inolvidable y facilita la producción de esencia de lavanda.

De hecho, la producción de este tipo de cultivos ha ido aumentando hasta llegar a ser el 10% total mundial y utiliza para fabricar perfumes, jabones y cualquier producto que requiera de la esencia.

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No sobra decir que el lavandín es, además, perfecto para calmar los nervios. Una gotita en la almohada, y el acervo popular afirma que el sueño vendrá solo. Puede que de ahí provenga la sensación de calma que produce ver un campo de lavandas.