Desde hace décadas al Plátano lo llaman Maestro en la calle, las cafeterías y tabernas de todo Madrid. Hace más décadas aún, se lo llamaron en las plazas de toros. Blas Romero, el joven que llenaba los tendidos en tiempos de El Cordobés hoy tiene 75 años y una mochila cargada de historias que contar.
En los 60 se dio la vuelta a España generando más dinero del que quedaba para él. Lo engañaron más de lo que se lo gastó, asegura. La vida le empujó a buscar una alternativa y Juan Gómez Juanito, le sugirió que se diera a los boletos. Mientras sus ex compañeros seguían llenando las plazas y portadas de periódico, al Plátano le tocó la lotería. La sigue vendiendo cada día.
Nos ha recibido en el mismísimo Albero de las Ventas para hablar de la vida y de la obra de un personaje que carece de parangón. Nunca pisó de luces la primera plaza del mundo, pero le sigue impresionando, y “no porque no lo ofrecieran, pero no quise, era muy malo y me iban a descubrir todos los defectos, aunque eso sí, yo llenaba las plazas”.
No se atreve a decir si los toros son de izquierdas o de derechas, pero el ministro Ábalos le compró un décimo hace no demasiado, así que ese que “tiene cara de picaor taurino es, desde luego”. De Pablo Iglesias asegura, le pega ser banderillero mientras que si le preguntas por Casado, aunque no lo tiene muy calado, cree que le pega sentarse en el Siete de Madrid.
No le gusta ver toros porque lo pasa mal, pero cada tarde de San Isidro se cuelga en el chaleco su particular placa con la forma de la fruta que le dio el apodo, como quien está en acto de servicio. Se puede leer el nombre real y el artístico, el que le pusieron por su padre, que con 15 años lo mandó a Madrid y en La Oportunidad de Vistalegre despuntó. “Allí estaban Camarón de la Isla, Paco Umbral… Pero solo salimos Palomo Linares y yo. El triunfó, aunque mira como está ahora el pobre, a mi sin embargo me tocó la lotería.”
Saboreó joven y a toda velocidad las mieles del éxito, pero se le acabó pronto y el siete del Real Madrid, que lo iba mucho a ver, le dijo en Burgos que podía vender lotería, que en la ciudad deportiva él le haría campaña. Así comenzó la segunda vida del Platano, que pasó de rechazar a Montserrat Caballé “porque era muy grande y yo muy chico” a pasearse por las tabernas de Madrid en busca de alguien al que vender un boleto premiado. Lleva 40 años haciéndolo y todavía no ha dado un premio, asegura. Pero como los buenos tenderos, asegura entre risas que “si no toca, le devuelvo el dinero”. Palabra del Platanito.