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Ya teníamos ganas por aquí de ponernos las camperas y el sombrero de cuero, de ensillar el caballo y de irnos a trotar por esos lugares hacia los que se dirigieron los primeros colonos americanos, esperanzados y seguros de encontrar un lugar donde asentarse, formar una familia y cuidar de sus respectivas haciendas. Que bello sueño y que pronto se convertía en pesadilla en cuanto el continuo ulular del viento colocaba al más optimista al borde del precipicio emocional y la sequedad del aire cuarteaba la piel décadas antes de lo debido.

Mary Bee Caddy era maestra en Nueva York pero puso rumbo a Nebraska para probar suerte.

Ahora es una señora mayor de 31 años que se ocupa de sus tierras sin necesitar ayudas varoniles, para pasmo de sus vecinos, pero que en realidad se siente muy sola.

Dejemos que el destino chasquee los dedos y veremos cómo salva la vida de un rufián y como contrapartida le obliga a ayudarla en una misión que le ha encargado su reverendo a regañadientes: llevar a tres mujeres a las que la durísima vida que eligieron ha enloquecido, hasta un refugio humanitario donde puedan recibir la atención que sus maridos no quieren, no pueden o no saben darles.

Paul Newman compró los derechos para llevar al cine la novela del oeste de Glendon Swarthout en la que se basa, a finales de los 80. Tras varios intentos fallidos de lograr un buen guion, abandonó.

El asalariado lo tiene claro (la frase) pero ni siquiera él se imagina hasta qué extremos les va a llevar su historia, en la que abundan las sorpresas y os aseguro que hay una que os va a dejar clavados en el asiento.

La cuarta película dirigida por Tommy Lee Jones, que se reserva uno de los dos papeles principales, es una, al parecer, muy exacta recreación de la implacable vida de los primeros colones americanos asentados en el medio Oeste hacia 1850, pero sobre todo de las mujeres que allí vivieron y sobrevivieron.

“Deuda de honor” cuenta la historia de algunas de ellas. Nunca o casi nunca personajes centrales en el género del western, tenía que llegar esta noche para que empezáramos a conocerlas.

El director y protagonista se llevó a su espectacular reparto, con las ganadoras del Oscar Hilary Swank y Meryl Streep al frente hasta Nuevo México donde, en más de veinte localizaciones distintas a cual más inhóspita, escarpada o reseca, les utilizó con su permiso para narrar este cuento entre la conmiseración y el desencanto, maravillosamente fotografiado por Rodrigo Prieto, para cuyas imágenes el músico Marco Beltrani construyó lo que dio en llamar “un piano de viento”, con sonidos similares a los de un arpa oscura que reflejara como ese viento constante que acompaña los días de todos los personajes y del que no pueden refugiarse, dirige los pasos de sus vidas.

Filme de festivales – se presentó en Cannes - y de grandes críticas, “Deuda de honor” es considerado un western único. Sobre todo por su perfil cuasi feminista.

Y en el centro de la imagen, una de las actrices contemporáneas más interesantes, quizá por insólita. De nombre Hilary Swank.

Ha sido elegida por la revista People una de las 50 personas más bellas del mundo. Como Anne Hathaway. En fin, si no están mal pero… ¿en serio? ¿Entre las 50? ¿Y eso importa?

Le sirve de apoyo esta noche un actor incuestionable de la estirpe de: "si queréis saber algo, miradme a los ojos".

Tommy Lee Jones tiene más de sesenta películas en su haber, cuatro candidaturas al Oscar; la última gracias al Lincoln de Spielberg, y hasta hace poco se quejaba de que siempre le ofrecían el papel del malo de la película.

Algunos periodistas saben por qué. A éste se le teme casi tanto como a Anthony Hopkins que, si le aburre la pregunta, te mira como si te fuera a comer crudo.

Ahora, una vez vistió de negro ya nada volvió a ser lo mismo.

Desde entonces es, además de un tipo con prestigio, un actor muy popular. Hasta le ha hecho de mentor al legendario Capitán América, sin ningún tipo de complejos.

Incluso ha interpretado a un vejete con andropausia y muy mala uva ante una Meryl Streep nada dispuesta a dejar que la llama se extinguiera sin que le temblara el pulso.

Por amistad hacia él, esa dama que ha conseguido que comprendamos todos lo que la palabra actriz engloba aceptó un papel secundario en el filme en el que demuestra dos cosas: que no hay papel sin salsa donde hay un gran actor – le saca tanto que lo deja pelado como pata de jamón bueno tras la Navidad -, y que no hace falta grandes gestos para conseguir grandes momentos. Nos emociona con dos gestos y tres frases.

Sus escenas con Tommy Lee Jones se rodaron en un solo día. Igual es que se sabían el texto y todo.

Además, gracias a la de esta noche, la Streep cumplió un viejo sueño: participar en un western. Sus escenas con Tommy Lee Jones se rodaron en un solo día.

Pero además, así tuvo la oportunidad de acompañar a una de sus dos hijas, actrices ambas, en su debut en el largometraje, con un papel destacado, porque refilones ya había hecho unos cuántos.

Grace Gummer prefirió el apellido de su padre, esposo de la Streep desde hace cuarenta años y hay que decir que está muy bien acompañada esta noche de iniciación.

Aparte de su madre, subrayamos a Miranda Otto, la guerrera Eowyn de la saga de los anillos.

Añadamos dos veteranos de postín, uno más difícil de mirar que el otro: El dos veces candidato al Oscar John Lithgow y el ex apuesto James Spader, de imprescindible flequillo rubio, ahora ya caducado, en la legendaria “Sexo, mentiras y cintas de vídeo”.

Además, el director le pidió prestado a los Coen dos de los actores de su universo habitual, el sandunguero Tim Blake Nelson y la jovencísima Haylee Steinfeld que después de casi ganar un Oscar a los 13 años, en otro western crepuscular y de grabar unos cuantos discos de éxito comparte estos días cartel con un transformer muy majete de nombre “Bumblebee”.