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En estos días en los que los líderes mundiales se han reunido para celebrar el centenario del armisticio que puso fin a la Gran Guerra, primera, pero no última de aquel tan lejano y a la vez tan cercano siglo XX, el protagonista de la de esta noche nos va a mostrar cuán difícil les resultó volver a casa a los que en ella sirvieron y lograron sobrevivir, llenos de cicatrices por fuera, pero también por dentro.

Tom Sherbourne estaba tan exhausto que se convirtió voluntariamente en el responsable del faro de una remota isla deshabitada en el extremo occidental de Australia y se dispuso a pasar sus días en soledad, pero ocupado y sintiéndose útil. Aquella luz que encendía cada día le hacía olvidar culpas y mantenía a raya a los fantasmas.

Coproducción entre Australia y Estados Unidos, se filmó en Nueva Zelanda y en la isla de Tasmania, bello lugar del que es nativo cierto aturullado dibujo animado.

Pero el destino no sería tal sino enredara que es lo suyo y así, el veterano, quien sabe si contra sus propios deseos, se enamora de la belleza y la determinación que se dan cita en la que acabará siendo su mujer. Aunque la apacible existencia de la pareja acabará tropezando donde menos se espera.

Y ese hijo que desean no llega, al menos por los cauces naturales. Se lo traerá el mar, rodeado de un buen puñado de enigmas y acompañado de unos cuantos dilemas morales de muy difícil solución. Como todo puede ser peor, la aparición de una mujer rota por la amargura, a la que no le ha salido la vida bien, vendrá a complicar aún más las cosas.

La escritora australiana afincada en Londres Margot Stedman, abogada de profesión, hizo llorar a media humanidad con ésta, su primera novela, que publicó en 2012.

Y eso fue, más allá del placer de trabajar juntos, lo que decidió a estrellas como Michael Fassbender, Rachel Weisz y Alicia Wikander a participar en ella. Todos sus personajes están llenos de imperfecciones, sentimientos encontrados y conflictos que les hacen complejos y atractivos: perfectos para hablar de amores y pasiones, de la maternidad y de la paternidad, y de hacer lo que hay que hacer. O no. Entre ellos, una luz encendida entre dos vastos océanos que unen y separan a la vez.

Al director estadounidense Derek Cianfrance se le da tan bien crear el ambiente apropiado para sus románticas historias – todas ellas con algo doloroso interrumpiéndolo todo -, que se le han enamorado todas las parejas que en ellas han participado.

Seguro que el hecho de hacer convivir a los dos actores durante varios meses, en un campamento establecido a escasos metros del faro que fue elegido como localización principal del filme, donde ni siquiera había señal de móvil tuvo algo que ver con la aparición de tan señalado romance.

El faro de Cabo Campbell fue elegido después de que se visitaran más de 300 situados en diferentes lugares de Oceanía. Está en pie desde 1870 y mide 22 metros.

Si en ese entorno pudo lucirse a la hora de hacer su trabajo el director de fotografía Adam Arkapaw – y tuvo de todo para ello, desde amaneceres y atardeceres otoñales de postal, hasta tormentas y vendavales de irrefrenable carácter -, fue en la ciudad de Stanley, arreglada en consonancia con la situación, donde pudo el equipo de ambientación echar el resto y dar rienda suelta a su pasión por el detalle, conformando entre todos una película, además de atmosférica cuando tiene que serlo, para hacerlo corto, muy bonita de ver.

Con un director acostumbrado a manejarse bien con las estrellas, el trabajo con Fassbender, Wikander y Weisz fue como la seda.