Un testarazo de Mikel Merino en el minuto 119, directo a los momentos de mayor gloria de la historia de la selección española, derribó el muro del anfitrión con épica, cuando todo estaba en su contra y asomaban los penaltis, tras ser igualada en el minuto 89 por el empuje alemán, después de cambiar su identidad por la resistencia antes de provocar el adiós al fútbol de Toni Kroos.
España no tiene techo y salió ilesa del partido de mayor sufrimiento en el torneo para ganarse el máximo respeto del mundo del fútbol tumbando al anfitrión. Con un peaje caro para semifinales entre lesiones y sanciones.
Amparada en su juego atrevido de inicio, sufriendo siendo dominada pero jamás tumbada en el segundo acto, con un físico que le acabó impulsando al éxito en la prórroga y ese factor fortuna tan necesario en la máxima igualdad.