Vídeo: Redacción | Foto:Telemadrid
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Entre los siglos XV y XIX esta era una zona de artesanos: torneros, esparteros, cordeleros, toneleros... Todos tenían que acabar en "eros", parece ser.

Era también el lugar de llegada de viajeros modestos, labradores y recaderos a las humildes posadas. Eso sí, todas tenían nombres preciosos como la de las Ánimas, la de Vulcano, la del Pavo Real, La del Navío del Gallo, la del Dragón. Y la más emblemática: El León de Oro.

¡Los servicios que ofrecían no eran como los de hoy en un hotel! Eso sí, seguro que entonces también se robaba algo como hacemos hoy con los botecitos de champú. En estas casas se trataban los precios del trigo y del vino y se negociaba el valor de las caballerías. Eran mercado, descanso, negocio y comida buena y barata. Era tal el trajín de viajeros que las compañías de postas decidieron establecer aquí las paradas de sus carruajes. Debía ser un lugar entretenido, ¿verdad?