Si existen dos archienemigos históricos comparables a Batman y Joker o a Superman y Lex Luthor, esos son Quevedo y Góngora. Ambos eran vecinos en el barrio de las Letras, llamado así porque todos nuestros grandes escritores del Siglo de Oro vivieron aquí, en prácticamente tres calles. Todos eran vecinos y por lo tanto todos se conocían, pero eso no significa que todos fueran amigos. De hecho hubo muchos piques. Uno de los más famosos fue el que protagonizaron Quevedo y Góngora.
El escritor e investigador Jesús Callejo nos cuenta un montón de detalles sobre este particular "derbi". Los dos escritores llegaron a insultarse mutuamente, eso sí, con mucho arte. Entre verso y verso se soltaban palabras malsonantes, bien escritas, claro. El pique que tenían llegó a tal magnitud que Quevedo llegó a comprar la casa en la que vivía Góngora para darse el gusto de cobrarle el alquiler. Pero no quedó ahí la cosa. ¡Llegó a desahuciarle! Hay que tener mala sangre... Se lo perdonamos por el legado que nos dejó...
La rivalidad comenzó como un simple duelo literario. Ambos eran muy satíricos y eran continuos los piques que se lanzaban entre versos. Pero la enemistad no surge en Madrid como muchos creen. Surge en Valladolid, cuando en 1601 trasladan allí la Corte. Los escritores querían llamar la atención y para ello se atacaban unos a otros. Para entonces, Góngora ya era un señor hecho y derecho y que se había ganado el respeto. De hecho, cuando publicó su primer poema, Quevedo tan solo tenía un año de vida. Vamos, que a su lado, era un pipiolín. ¡Pero ojo con el pipiolín! Como tenía que llamar la atención para darse a conocer, comenzó a atacar a Góngora. Y para ello, ¿qué mejor que usar su afilada pluma?
¡Cómo se las gastaban estos escritores! Pero Góngora no se quedaba atrás. Solía referirse a Francisco de Quevedo como ''Francisco de qué bebo“, por su afición a la bebida. El final de Góngora no fue un final digno de un gran escritor. Dilapidó gran parte de su fortuna y por ello vendió su casa y se fue a vivir de alquiler. En cuanto se enteró Quevedo, compró la vivienda con Góngora dentro. Aprovechó el primer impago para desahuciarle y ¡hasta se personificó para limpiar y desinfectar la vivienda! Góngora tuvo que marcharse a Córdoba y finalmente murió arruinado y abandonado.