Vídeo: Redacción | Foto:Telemadrid
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En la calle Madera, tras una fachada poco prometedora, hay un patio. Sencillo. Con el frescor de un naranjo. Casi nadie sabe que ese patio perteneció al gran Francisco de Quevedo. Al menos consta entre los documentos de su testamento como parte de sus propiedades.

Quevedo no tenía una residencia fija. Su vida fue un vaivén de aventuras y corrimientos de tierra políticos y vitales. El caserón actual es del siglo XVIII y aparece en el plano de Texeira. Este plano de Madrid es desconocido y, hacednos caso, es una pasada.

¿Cómo era aquel Quevedo que vivió en esta casa? Pues un macarra. En 1607 tuvo un incidente en la Calle Mayor cuando tuvo un duelo con un tipo llamado Rodríguez. Atención que el tal Rodríguez no era un zapatero

remendón. ¡¡Era un capitán del ejército!! ¡O sea, Quevedo los tenía cuadraos el tío! ¡Retar a un capitán del que entonces era el mejor ejército del mundo! ¡Ole sus gónadas!

Así era Quevedo. Genio y figura. Macarra, maestro, peligroso, genial. Y por encima de todo, inolvidable.