Algunos la conocen por su nombre, Eloisa Leiro Martín, saben que tiene 84 años y dos hijos. Lo que desconocen es que a los 14 años empezó a trabajar en el campo con su hermana. “Todos los días ordeñábamos vacas y repartíamos leche por los pueblos de alrededor, recorríamos una media de 12 kilómetros al día, cargando con 8 kilos de peso a la espalda”, afirma “A los 23 me casé y empecé a servir casas. Me mudé con una familia a Madrid. Lo dejé cuando nació mi primer hijo. Luego me dediqué al ámbito doméstico”.
A los 65, la empezaron a llamar "jubilada", sin embargo, hasta hace relativamente poco tiempo no ha comenzado su verdadera jubilación “tengo tres nietos y he estado cuidando de ellos hasta que han crecido. Las guarderías eran caras y mis hijos trabajan”. Reía al recordarlo: “mi nieta mayor venía a casa todos los días a las ocho de la mañana, desayunábamos y veíamos juntas los dibujos. Luego, la llevaba al cole. Por la tarde, la acompaña a pintura. Allí sus padres pasaban a buscarla.”
Julia Jiménez tiene 58 años y todas las tardes, cuando termina su jornada laboral, va a buscar a su nieto de 7 años al colegio “mi hija y yerno no pueden recogerlo. A mí me pilla cerca de casa. No es ninguna molestia cuidarlo.” A veces, cuando hace bueno “vamos al parque. Es una alegría estar con él, aunque cierto es que acabo agotada. Me siento madre otra vez, un poco más relajada. Lo disfruto más”, añade.
Pero, los de Eloisa y Julia no son casos aislados. El 70% de las mujeres mayores de 65 años han cuidado años atrás a sus nietos o los cuidan en la actualidad. Del 22% de las mujeres que los cuidan ahora, casi la mitad lo hace a diario, como si se tratara de un trabajo fijo. Estos datos son un avance de la encuesta de Condiciones de Vida de las Personas Mayores del IMSERSO.
Con la crisis económica registrada en nuestro país en los últimos años, la conciliación entre la vida laboral y familiar es más complicada. Los padres necesitan, cada vez más, que los abuelos cuiden de los niños, una costumbre que se ha extendido gracias al aumento de la esperanza de vida, que alcanza los 83 años de media.
Tan habitual es la práctica que, en ocasiones, desemboca en enfermedades. Los médicos lo denominan 'el síndrome de abuela esclava'. El nombre puede llevar a error porque, lejos de sentirse esclavas, estas mujeres viven entregadas al cuidado de sus familias. Resignadas, aseguran ser felices, pero tienen problemas cardiacos, circulatorios y sobre todo de estrés.
Un estudio de la Universidad de Harvard, dirigido por la profesora Sunmin Lee, asegura que el cuidado intensivo de los nietos puede acabar siendo fatal para algunas abuelas. Esta investigación, realizada con una muestra de 54.400 casos, afirma que las mujeres que se encargan del cuidado de sus nietos durante nueve o más horas por semana tienen un 55% más de posibilidades de desarrollar enfermedades coronarias.
En otros países como Suecia, el Gobierno ha planteado soluciones como pagar a las abuelas que cuidan a sus nietos de lunes a viernes para mejorar poder adquisitivo y, de paso, también su salud.